Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Martes, 11 de Agosto de 2020
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria

 

Lunes

Más allá de nosotros…

Más allá de nosotros hay una playa
con dos soles. Es el descenso al paraíso,
del que muy pocos vuelven. Un hotel
con una sola habitación sin espejos
cuyo interior es una ventana abierta;
su cama tiene una sábana nupcial
que se perfecciona con el aire acondicionado
cuando la criatura deja la habitación, se parte
en dos mitades y las dos caminan hacia el pueblo
para olvidar y hacer turismo.
Más allá
hay terceros que un domingo despiertan
de nuestra historia para imponer
la suya. “Él se lo pierde”, dicen
y decimos. Y se habla de casualidades
y jardinería, del envejecimiento,
de la migración de aves endémicas,
y vienen otros.
Es hora de decirlo
con inexactitud de vuelta a nosotros,
hombres con ramos de casablancas
que parpadean su clave morse a mediodía,
como la arena que va cubriendo las huellas
bajo el agua, para recordar la forma que teníamos
cuando las criaturas salían del mar prehistóricamente,
sin cerrar la puerta, sin sexo, sin volver.

Hernán Bravo Varela (1979)
La documentación de los procesos.
ERA, UANL, México, 2019.

Martes

Fase ovulatoria

Viendo la altura del acantilado.
Me veo morir un par de veces.
Si me estrello contra el suelo será imposible reconocer mi cara.
Hay muertos que jamás tuvieron rostro.
Nombres. Tampoco. Máscaras de nadie.
Ejército de fantasmas. Asamblea de asesinadas.
La segunda muerte no es olvidar, es no haber nacido.
Nunca. Ni en el lenguaje. Ni en el nombre.
¿Dónde existen palabras desconocidas?
Son óvulos asentados en el útero.
Cuerpos que se volvieron sangre.


Fase lútea

Para que el barco partiera, primero estuvo anclado a la orilla.
Para irnos tuvimos que haber estado.
Para morir tuvimos que estar vivas.
¿Cómo le llaman a esa parte que atormenta?
Esa que está entre dos palabras:
morir es una. Vivir es otra.
Entre la vida y la muerte hablo para existir.
No me deja la palabra. Es un limbo.
La angustia no es irse, sino quedarse.
Ser el folículo que se rompe, espera la fecundación.
Y jamás llega.

Priscila Palomares (1994)
Ecografías
Conarte, México, 2019

Miércoles

No existe el hombre

Sólo la luna sospecha la verdad.
Y es que el hombre no existe.
La luna tantea por los llanos, atraviesa los ríos,
penetra por los bosques.
Modela las aún tibias montañas.
Encuentra el calor de las ciudades erguidas.
Fragua una sombra, mata una oscura esquina,
inunda de fulgurantes rosas
el misterio de las cuevas donde no huele a nada.
La luna pasa, sabe, canta, avanza y avanza sin descanso.
Un mar no es un lecho donde el cuerpo de un hombre puede tenderse a solas.
Un mar no es un sudario para una muerte lúcida.
La luna sigue, cala, ahonda, raya las profundas arenas.
Mueve fantástica los verdes rumores aplacados.
Un cadáver en pie un instante se mece,
duda, ya avanza, verde queda inmóvil.
La luna miente sus brazos rotos,
su imponente mirada donde unos peces anidan.
Enciende las ciudades hundidas donde todavía se pueden oír
(qué dulces) las campanas vividas;
donde las ondas postreras aún repercuten sobre los pechos neutros,
sobre los pechos blandos que algún pulpo ha adorado.
Pero la luna es pura y seca siempre.
Sale de un mar que es una caja siempre,
que es un bloque con límites que nadie, nadie estrecha,
que no es una piedra sobre un monte irradiando.
Sale y persigue lo que fuera los huesos,
lo que fuera las venas de un hombre,
lo que fuera su sangre sonada, su melodiosa cárcel,
su cintura visible que a la vida divide,
o su cabeza ligera sobre un aire hacia oriente.
Pero el hombre no existe.
Nunca ha existido, nunca.
Pero el hombre no vive, como no vive el día.
Pero la luna inventa sus metales furiosos.

Vicente Aleixandre (1898-1984)
Mundo a solas (1934-1936)
Edición crítica de Sergio Arlandis.
Anthropos, 2018.
Grupo Editorial Siglo XXI,
México, Madrid, Buenos Aires

Jueves

GPS

Más cerca que yo mismo.
Juan Bañuelos

Hubo trescientoa metros de distancia
que redujimos a centímetros
y los centímetros
los hicimos desaparecer
entre tu carne.
Hay distancias gozosas
para la comunión
con un desconocido.
Los doce mil kilómetros que ahora
nos separan no
los ocupa el mar
ni accidentes geográficos.
Hay hábitos que nos regresan
al lugar del que huimos:
una esposa, dos hijos, tres
nostalgias en fila india
podrían darle a la Tierra
cinco vueltas.
¿Qué tan cerca estuvimos de dormir
sin que nos despertara
el ruido de un avión con sus motores?
Vuelo hacia la realidad,
Aunque ciertas distancias me sean irrefutables:
los kilómetros que hay
entre nosotros
y con nosotros mismos.

Ángel Vargas (1989)
Antibiótica.
Premio Nacional de Poesía
Joven Elías Nandino, 2019.
Tierra Adentro, Ayuntamiento de
Cocula, Guadalajara, 2019

Viernes

La amenaza de la flor

Flor de las adormideras:
engáñame y no me quieras.
¡Cuánto el aroma exageras,
cuánto extremas tu arrebol,
flor que te pintas ojeras
y exhalas el alma al sol!
Flor de las adormideras.
Una se te parecía
en el rubor con que engañas,
y también porque tenía
como tú negras pestañas.
Flor de las adormideras,
Una se te parecía…
(Y tiemblo sólo de ver
tu mano puesta en la mía:
tiemblo no amanezca un día
en que te vuelvas mujer.)

Alfonso Reyes (1889-1959)
Gajo de cielo. Antología poética.
Selección de Minerva Margarita Villarreal
Universidad Autónoma de Nuevo León,
Monterrey, 2004

Sábado

Soneto XVIII

Si a vuestra voluntad yo soy de cera
y por sol tengo sólo vuestra vista,
la cual a quien no inflama o no conquista
con su mirar es de sentido fuera,
¿de dó viene una cosa que, si fuera
menos veces de mí probada y vista,
según parece que a razón resista,
a mi sentido mismo no creyera?
Y es que yo soy de lejos inflamado
de vuestra ardiente vista y escondido
tanto que en vida me sostengo apenas;
mas si de cerca soy acometido
de vuestros ojos, luego siento helado
cuajárseme la sangre por las venas.

Garcilaso de la Vega (1501?-1536)
Poesías completas.
Alianza Editorial, Madrid, 1980

Domingo

Recorro páginas…

Recorro páginas con un lápiz para emboscar palabras (fase maniaca: el lápiz interviene un vendaval que las dispersa y corre deteniendo una oración que baste para aprender el canto)
sigue el trazo que mi hermano ha dejado en sus cuadernos, nunca me fui de allí. Decía por ejemplo, prefiero al que escribe sin sorprenderse de sí mismo y la impostura que corroe la cosa escrita, ya no es dilema ahora, cuando ninguno quiere decirse nada. Tan sólo perseguir en la página la desinencia, la frase larga, el nexo, lo que se encierra en la cajita de cualquier día
(fase depresiva: el lápiz, necio, atraviesa las páginas, y en vez de silencio la gallina picotea a sus pollitos. El libro permanece cerrado)

Tiembla la mano contra sus recuerdos
tiembla el recuerdo contra la voluntad de la mano

Rocío González (1962).
Neurología 211.
Trilce, México, 2013


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