Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 07 de Marzo de 2022
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Canción a las ruinas de Itálica

Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora
campos de soledad, mustio collado,
fueron un tiempo Itálica famosa.
Aquí de Cipión la vencedora
colonia fue; por tierra derribado
yace el temido honor de la espantosa
muralla, y lastimosa
reliquia es solamente
de su invencible gente.
Sólo quedan memorias funerales
donde erraron ya sombras de alto ejemplo
este llano fue plaza, allí fue templo;
de todo apenas quedan las señales.
Del gimnasio y las termas regaladas
leves vuelan cenizas desdichadas;
las torres que desprecio al aire fueron
a su gran pesadumbre se rindieron.
Este despedazado anfiteatro,
impío honor de los dioses, cuya afrenta
publica el amarillo jaramago,
ya reducido a trágico teatro,
¡oh fábula del tiempo, representa
cuánta fue su grandeza y es su estrago!
        ¿Cómo en el cerco vago
de su desierta arena
el gran pueblo no suena?
¿Dónde, pues fieras hay, está, el desnudo
luchador? ¿Dónde está el atleta fuerte?
Todo desapareció, cambió la suerte
voces alegres en silencio mudo;
mas aun el tiempo da en estos despojos
espectáculos fieros a los ojos,
y miran tan confusos lo presente,
que voces de dolor el alma siente,
        Aquí nació aquel rayo de la guerra,
gran padre de la patria, honor de España,
pío, felice, triunfador Trajano,
ante quien muda se postró la tierra
que ve del sol la cuna y la que baña
el mar, también vencido, gaditano.
Aquí de Elio Adriano,
de Teodosio divino,
de Silo peregrino,
rodaron de marfil y oro las cunas;
aquí, ya de laurel, ya de jazmines,
coronados los vieron los jardines,
que ahora son zarzales y lagunas.
La casa para el César fabricada
¡ay!, yace de lagartos vil morada;
casas, jardines, césares murieron,
y aun las piedras que de ellos se escribieron.
Fabio, si tú no lloras, pon atenta
la vista en luengas calles destruidas;
mira mármoles y arcos destrozados,
mira estatuas soberbias que violenta
Némesis derribó, yacer tendidas,
y ya en alto silencio sepultados
sus dueños celebrados.
Así a Troya figuro,
así a su antiguo muro,
y a ti, Roma, a quien queda el nombre apenas,
¡oh patria de los dioses y los reyes!
Y a ti, a quien no valieron justas leyes,
fábrica de Minerva, sabia Atenas,
emulación ayer de las edades,
hoy cenizas, hoy vastas soledades,
que no os respetó el hado, no la muerte,
¡ay!, ni por sabia a ti, ni a ti por fuerte.
         Mas ¿para qué la mente se derrama
en buscar al dolor nuevo argumento?
Basta ejemplo menor, basta el presente,
que aún se ve el humo aquí, se ve la llama,
aun se oyen llantos hoy, hoy ronco acento;
tal genio o religión fuerza la mente
de la vecina gente,
que refiere admirada
que en la noche callada
una voz triste se oye que llorando,
“Cayó Itálica”, dice, y lastimosa,
eco reclama “Itálica” en la hojosa
selva que se le opone, resonando
“Itálica”, y el claro nombre oído
de Itálica, renuevan el gemido
mil sombras nobles de su gran ruina:
¡tanto aún la plebe a sentimiento inclina!
        Esta corta piedad que, agradecido
huésped, a tus sagrados manes debo,
les doy y consagro, Itálica famosa.
Tú, si llorosa don han admitido
las ingratas cenizas, de que llevo
dulce noticia asaz, si lastimosa,
permíteme, piadosa
usura a tierno llanto,
que vea el cuerpo santo
de Geroncio, tu mártir y prelado.
Muestra de su sepulcro algunas señas,
y cavaré con lágrimas las peñas
que ocultan su sarcófago sagrado;
pero mal pido el único consuelo
de todo el bien que airado quitó el cielo.
Goza en las tuyas sus reliquias bellas
para envidia del mundo y sus estrellas.

Rodrigo Caro (1573-1647)
En: Federico Carlos Sáinz de Robles,
Historia y antología de la poesía española (en lengua castellana).
Aguilar, Madrid, 1967.

Martes

Para los niños que empiezan a caminar,
para los que aceleran el paso,
para los que caminan
para bien del otro: incluyo a mis hijas, a mis nietos;
a las generaciones por venir les deseo feliz caminata.

Zapatero

Zapatero a tus zapatos,
no te metas en los míos.
Los tuyos son de gigantes,
los míos son pequeñitos.
Son grandotes tus zapatos
para al cielo dar un brinco
y llegar siquiera a Marte
mientras abajo te miro.
Minúsculos mis zapatos,
zapatines, zapaticos;
con ellos corro a abrazarte
cuando te grito: ¡Papito!
Cada quien en sus zapatos:
tú los tuyos, yo los míos.
Voy que crezco pa gigante
Paso a paso, brinco a brinco.

Becky Rubinstein (1948)

Huaraches

Un huarache, dos huaraches
–nuevecitos–; los compré
en un puesto de zapatos
cerquita de La Merced.
Un huarache, dos huaraches,
para el abuelo José;
los compré con mis ahorros
que por siglos no gasté.
Un huarache, dos huaraches,
para caminar a pie
por caminitos no vistos
que lo esperan por doquier.
Un huarache, dos huaraches
para el abuelo José,
que camina derechito
como si el hoy fuera ayer.

Becky Rubinstein (1948)
Chancletas y chanclitas
Foem. Secretaría de Cultura y Turismo
del Gobierno del Estado de México.
Toluca, 2021.

Miércoles

La Negrita Cucurumbé

La Negrita Cucurumbé
se fue a bañar al mar
para ver si en las blancas olas
su carita podía blanquear.
La Negrita Cucurumbé
a la playa se acercó
envidiando a las conchitas
por su pálido color.
Quería ser blanca
como la Luna,
como la espuma
que tiene el mar.
Un pescado con bombín
se le acercó,
y quitandose la bomba
la saludó:
¡Pero válgame Señor!
¿Pues qué no ves
que así negra estás bonita,
Negrita Cucurumbé?
Un pescado con bombín
se le acercó,
y moviendo la colita
le preguntó:
¡Pero válgame mujer!
¿Pues qué no ves
qué bonita es tu carita,
Negrita Cucurumbé?

Cri Cri
Francisco Gabilondo Soler (1907-1990)

Caminito de la escuela

Caminito de la escuela,
apurándose a llegar,
con sus libros bajo el brazo,
va todo el reino animal.
El ratón con espejuelos.
De cuaderno el pavo real.
Y en la boca lleva el perro
una goma de borrar.
Cinco gatitos
muy bien bañados,
alzando los pies,
van para el kinder
entusiasmados
de ir por primera vez.
Caminito de la escuela,
pataleando hasta el final,
la tortuga va que vuela
procurando ser puntual.
Caminito de la escuela,
porque quieren aprender,
van todos los animales
encantados de volver.
El camello con mochila.
La jirafa con su chal.
Y un pequeño elefantito
da la mano a su mamá.
No falta el león,
monos también;
y hasta un tiburón.
Porque en los libros
siempre se aprende
cómo vivir mejor.
La tortuga por escrito
ha pedido a Santaclós
sus dos pares de patines
para poder ir veloz
para poder ir veloz.

Cri Cri
Francisco Gabilondo Soler (1907-1990)

Bombón

Hubo un Rey en un castillo
con murallas de membrillo,
con sus patios de almendrita,
y sus torres de turrón.
Era el Rey de Chocolate
con nariz de cacahuate,
y a pesar de ser tan dulce
tenía amargo el corazón.
La Princesa Caramelo
no quería vivir con él,
pues al Rey en vez de pelo
le brotaba pura miel.
Aquel Rey al ver su suerte
comenzó a llorar tan fuerte,
que, al llorar, tiró el castillo
y un merengue lo aplastó.
En los bosques del castillo
han sembrado un gran barquillo,
y lo riegan tempranito
con refrescos de limón.
En el lago la cascada
es de azúcar granulada,
y el arroyo, en vez de piedras,
va arrastrando colación.
La Princesa Caramelo
a su paje Pirulí
lo mandó con el monarca
a decir por fin que sí.
El Marqués de Piloncillo,
mayordomo del castillo,
lo ha limpiado con la lengua
para que se case el Rey.

Cri Cri
Francisco Gabilondo Soler (1907-1990)

El ropero

Toma el llavero abuelita
y enséñame tu ropero
con cosas maravillosas
y tan hermosas que guardas tú.
Toma el llavero abuelita
y enséñame tu ropero.
Prometo estarme quieto
y no tocar lo que saques tú.
Ay, qué bonita espada
de mi abuelito el coronel,
deja que me la ponga
y entonces dime si así era él.
Dame la muñequita
de grandes ojos color de mar;
deja que le pregunte
a qué jugaba con mi mamá.
Toma el llavero abuelita
y enséñame tu ropero,
con cosas maravillosas
y tan hermosas que guardas tú.
Toma el llavero abuelita
y enséñame tu ropero,
prometo estarme quieto
y no tocar lo que saques tú.
Enséñame tu vestido
que hace ruidito al caminar,
y cuéntame cuando ibas
en carretela con tu papá.
Dame aquel libro viejo
de mil estampas, lo quiero abrir.
A los niños en estos tiempos
los mismos cuentos les gusta oír.

Cri Cri
Francisco Gabilondo Soler (1907-1990)
Canciones completas.
Prólogo de José de la Colina, et al.
Clío / SEP, México, 2004.

Jueves

Desde la tristeza que se desploma,

Desde la tristeza que se desploma,
desde mi dolor que me cansa,
desde mi oficina, desde mi cuarto revuelto,
desde mis cobijas de hombre solo,
desde este papel, tiendo la mano.
Ya no puedo ser solamente
el que dice adiós, el que vive
de separaciones tan desnudas
que ya ni siquiera la esperanza
dejan de un regreso; el que en un libro
desviste y aprende y enseña
la misma pobreza, hoja por hoja.
Estoy escribiendo para que todos
puedan conocer mi domicilio,
por si alguno quiere contestarme.
Escribo mi carta para decirles
que esto es lo que pasa: estamos enfermos
del tiempo, del aire mismo,
de la pesadumbre que respiramos,
de la soledad que se nos impone.
Yo sólo pretendo hablar con alguien,
decir y escuchar. No es gran cosa.
Con gentes distintas en apariencia
camino, trabajo todos los días;
y no me saludo con nadie: temo.
Entiendo que no debe ser, que acaso
hay quien, sin saberlo, me necesita.
Yo lo necesito también. Ahora
lo digo en voz alta, simplemente.
Escribí al principio: tiendo la mano.
Espero que alguno lo comprenda.

Rubén Bonifaz Nuño (1923-2013)

¿Cuál es la mujer que recordamos

¿Cuál es la mujer que recordamos
al mirar los pechos de la vecina
de camión; a quién espera el hueco
lugar que está al lado nuestro, en el cine?
¿A quién pertenece el oído
que oirá la palabra más escondida
que somos, de quién es la cabeza
que a nuestro costado nace entre sueños?
Hay veces que ya no puedo con tanta
tristeza, y entonces te recuerdo.
Pero no eres tú. Nacieron cansados
nuestro largo amor y nuestros breves
amores; los cuatro besos y las cuatro
citas que tuvimos. Estamos tristes.
Juntos inventamos un concierto
para desventura y orquesta, y fuimos
a escucharlo serios, solemnes,
y nada entendimos. Estamos solos.
Tú nunca sabrás, estoy cierto,
que escribí estos versos para ti sola;
pero en ti pensé al hacerlos. Son tuyos.
Ustedes perdonen. Por un momento
olvidé con quién estaba hablando.
Y no sentí el golpe de mi ventana
al cerrarse. Estaba en otra parte.

Rubén Bonifaz Nuño (1923-2013).
Los demonios y los días.
FCE, México, 1956.

Viernes

Amor el más oscuro

I
Aquí comienzo a amarte,
en estos muros clarísimos,
en esta ciudad cálida al tiempo de las lluvias.
(¿Dónde estás ahora,
esta primavera tarde que pienso en ti?
¿Dónde estás, ignorándolo todo?)
Aquí te descubro
inalcanzable y triste.
Dime qué pasos te trajeron a estas tierras,
cómo abandonaste tu gracia de elegido,
tu ministerio de humildad;
qué suplicios te agobian desde entonces
que violentan tu rostro
y vierten en tu voz la nostalgia y la ira.
Dime en qué forma eres vulnerable
o ganas la lucidez en un momento.
Qué caminos dejaste,
qué expiación te vence y te despoja,
qué caminos seguiste para llegar aquí,
desconocido y hermoso,
donde yo te amo.

II
Viene la melancolía del principio,
días de incertidumbre y sueño.
Vienen sólo distantes tu risa y tu perfil
y abarcan mi deseo
y me vuelcan a tu rostro,
a tu vehemencia contenida.
Ya siento de algún modo
tus manos previstas de ternura
conduciéndome,
olvidándome,
dejando a medias para siempre mi destino.
Sé que otra vez me cercará la calma,
la soledad llena de amor,
tu nombre.
Quiero pronunciarlo tantas veces
como días tendré después
para perderte en la memoria.
Pero qué lograría apartarme
si muestras la misma angustia que sustento,
la soledad de idéntico linaje,
la imperfecta voluntad de amor.
Para reconocernos
baste la oscura nostalgia socavándonos,
baste nuestra olvidada condición de amantes,
vocación de locura,
celda,
fuego.
Maldigo desde ahora
tu cuerpo cerrándome el abismo.
Sean el tedio y la tristeza,
sea apacible y humana tu mirada.
En este momento te amo para siempre
y van mis pasos hacia ti
para cumplir tu voluntad.

III
A la desventura voy.
Algo en mí cada día te reconstruye
y me devuelve tu imagen.
Algo me lleva al lugar prohibido
en que te encuentras,
sitio que jamás debió tocar mi pensamiento.
Qué maleficio me extravía
y me oscurece todos los caminos.
A la desventura voy
y no quiero virtud que me confunda,
no quiero fortaleza ni mesura
que me aparten de ti.
Sean desoídas mis palabras
y viéndote
me sea dada tu menor ausencia.

Elsa Cross (1946).
Espirales, Poemas escogidos 1965-1999
UNAM, México, 2000.

Sábado

Elegía de un madrigal

Recuerdo que una tarde de soledad y hastío,
¡oh tarde como tantas!, el alma mía era,
bajo el azul monótono, un ancho y terso río
que ni tenía un pobre juncal en su ribera.
¡Oh mundo sin encanto, sentimental inopia
que borra el misterioso azogue del cristal!
¡Oh el alma sin amores que el Universo copia
con un irremediable bostezo universal!
Quiso el poeta recordar a solas
las ondas bien amadas, la luz de los cabellos
que él llamaba en sus rimas rubias olas.
Leyó... La letra mata: no se acordaba de ellos...
Y un día –como tantos–, al aspirar un día
aromas de una rosa que en el rosal se abría,
brotó como una llama la luz de los cabellos
que él en sus madrigales llamaba rubias olas;
brotó, porque un aroma igual tuvieron ellos...
Y se alejó en silencio para llorar a solas.

Antonio Machado (1875-1939)
Poesías completas.
Editores Mexicanos Unidos,
México, 1994 (1ª reimp.)

Domingo

Por volver yo

Viniste por mí
cuando tu pierna era de yeso
frente a esas escaleras
de casa de a quinientos pesos
en que señoras y burócratas desahogan
sus ganas.
Donde los adolescentes estudian la vida.
Te arrastré perdiendo las muletas
en brazos
bajo la asustada mirada de una celestina gorda:
una cortina se entreabrió
a pesar de la discreción que el lugar prometía.
Parafraseando un matrimonio de película
abrí la puerta
te dejé caer en la cama
                                   me lancé sobre ti.
Me besaste.
                 Hasta el panadero supo
                                                    por lo morado de mi cuello
que había amado.
Mi fiebre te quitó la ropa
un sinnúmero de veces nos penetramos.

Tu pierna ahora está bien.
Mañana tomarás otro avión
como el que te llevó entonces
y al cual por volver yo al periódico
fuiste subido por dos robustos cargadores.

Francesca Gargallo (1956-2022)

 

Una reportera le dijo

La joven actriz
mostró su capacidad erótica.
El sonidista la congratuló
y el camarógrafo
su peinadora
el maquillador el arquitecto y la costurera.
Una reportera
le dijo: mijita usted sabe que
la pasión dura seis días
es violenta feroz e hiriente
tocar el cielo con un dedo y beber la nieve.
Cuando amé sentí mío su pene
y suya mi vagina. Mis pechos
se suspendían en el aire como dardos lanzados
sentí mi vientre convertirse en un hoyo negro
en que se pierde el sentido
mis piernas capaces de atravesar el mar
mi piel no ser más que el contorno que es
pero fuerte
trazado a tinta china.
Sentía su presencia en la boca mi cuello
los pezones el ombligo
la raya de pelo que baja hasta el clítoris.
Grité y callé al amar
sonreí gemí
me reí a carcajadas
hablé canté susurré
abrí mis piernas
las cerré
lo monté me montó
rodamos besando la inmensidad infinita
de nuestros cuerpos.
El camarógrafo calló
como la joven actriz.

Francesca Gargallo
Hay un poema en el mundo.
Oasis. México, 1986.


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