Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 05 de Septiembre de 2022
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

VII
(Planchar en los escombros)

Ya no es tan fácil sufrir y decir
qué terrible la vida. No es posible
caminar por el cuarto, señalando
cada manojo de polvo y cabello,
creyendo que son premios anhelados
por su tristeza dulce y resbalosa.
Es hora de lavar –por fin– los pisos,
tirar papeles y el viejo periódico
amontonado cuidadosamente
en los rincones para que parezca
todavía más viejo, maloliente,
lleno de esa miseria tan querida.
¿No es demasiado, a las diez de la noche,
quedarse viendo a medias el semblante
por la ventana, reflejado encima
de todo Tlatelolco, cual fantasma
en vilo que pregunta por su suerte,
por su futuro? ¿Lo crees soportable
que no haya huevo, que el pan esté verde,
que tu coche se muera de vergüenza
al manejarlo por Reforma, todo
sucio a las tres, justo enfrente del Ángel?

Sandro Cohen (1953-2020)
Autobiografía del infiel.
Los libros del Fakir, 2. México, 1982.

Martes

La culpa fue de aquel maldito tango

Estaba bien es decir menos peor adán dormido
como si mi cementerial olvido perezosamente
estableciera una geometría del azar
y algún carajo pone de pura gana un disco
causa o casi de que recaiga un zonzo memorioso
de que me venga esa venganza latifundia
de querer que la quieran demasiado
a la que se desbisagró de mí sin saber cómo
y prefirió que hiciéramos el amor por correo
y no quiso seguir siendo
la quién sabe tal vez hubiera sido
la sola la ella de final
y aunque sé que este tango durará toda la vida
ya habrá tiempo esta noche u otro siglo
para volver al anti-edipo la lingüística los quáseres
o la sociedad ondulatoria como la física de plank.

Jorge Enrique Adoum (1926-2009)
Prepoemas en postespañol. Barcelona, 1979.

Miércoles

Falenas

Aflora el azul, gira la falda. Los ojos corsarios se acercan y a medio mar la diosa danza. Su cintura desprende falenas que toman forma de palomas alocadas en las olas. Nada sólido en torno a ella, esta prenda filiforme, pequeña falda propagadora. A media acera una mujer se apropia el viento y lo frota. Vienen los hombres, serpientes de arcilla, a mirarla crecer. En pleno mar la figura es estela, fantasma de los navíos.

Silvia Eugenia Castillero (1963)


El saltamontes

En el verde selvático del primer día del mundo, apareció el saltamontes de un verde corrosivo, mutación de la hierba. Hoja que arde entre las hojas. Sobreviviente de oscuros reinos, nacido de la tierra misma, vino a averiguar el estado del cosmos en formación. Vive discreto bajo el follaje de su cuerpo, con nervaduras que lo atraviesan y una nostalgia genética de su ser vegetal. En su evocación canta de noche, lleva el borde de sus alas carcomido por insectos imaginarios y en la superficie tatuajes de humedad.
Así disfrazado, el saltamontes avanza lento detrás de los tallos, para no olvidar su pasado y memorisar lo nuevo que va mirando.

Silvia Eugenia Castillero (1963)
Zooliloquios. Historia no natural.
Conaculta, México, 2003.

Jueves

Ciudad encantada

Al sonar el esquilón
se escaparon del gran cubo de la torre
las palomas que allí tienen su reunión.
         Invisible alguna cuerda
voltijea la campana,
lenta…
lenta…
y es tan alta la alta torre,
y es el vuelo tan de rondas vagarosas,
que en lo azul del tardo cielo
las palomas más parecen mariposas.
         La ciudad callada y sola;
la tibieza del ambiente
lo apocado del arcano…
         Y esta especie de cansancio
que es acaso como el alma silenciosa
de esta tarde de verano.
Todo es mudo y todo es viejo.
El espíritu se amedrenta y se anonada.
         En las calles y en las plazas
tal no hay nadie,
tal no hay nada,
que la ciudad se parece
a una ciudad encantada.

(DMLDH)

Francisco González León (1862-1945)
Material de lectura. Poesía moderna. 32
Selección y nota introductoria
de Ernesto Flores.
UNAM, México, s/f.

Viernes

Te estoy llamando

Amor 
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva
ni te espere.
Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo 
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.
Desde una noche ciega
desde olvido
desde horas cerradas
en lo solo
sin lágrimas ni amor
te estoy llamando 
como a la muerte
amor
como a la muerte.

Idea Vilariño (1920-2009)
Material de lectura. Poesía moderna. 153
Selección y nota introductoria
de Susana Crelis Secco.
UNAM, México, 1990.

Sábado

I
I En el aislamiento excesivo se vuelve la vida entera un vicio solitario.

II. Las preguntas de los niños son expresión de un inquirir filosófico que desaparece con los años: para temer que la filosofía sea una prolongación anormal de la puericia.

III. El gran misterio: cómo habiendo un Dios infinitamente sabio, bueno, justo y poderoso, no se redujo la creación al cielo, lugar de todos los bienes sin mezcla de mal alguno.

IV. Lo humano ¿serán los antropomorfismos o el superarlos?

V. Hay talentos echados a perder por la ciencia o el arte.

VI. El arte de conquistar a otro exige salir de sí.

VII. El arte de la correspondencia epistolar está en escribir, no lo que se desea decir, sino lo que el destinatario desea leer.

VIII. La persona que libremente se vincula a otra no se toma justo libertades con ella.

IX. Habiéndose engañado siempre que había pensado bien de los demás, pensó una vez mal de alguien –y también se engañó.

X. Toda una vida de esfuerzos puede no ser bastante para librarse de los efectos de una educación errada.

José Gaos (1900-1968)
10 %
FCE, México, 1957.

Domingo

Ahora que tu cuerpo se dispone a cruzar la frontera

Ahora que tu cuerpo se dispone a cruzar la frontera
más solitaria, dime:
¿a qué grito, a qué palabra te aferras?
¿Qué silencio abres en la semilla que mañana
será tu sustento?
        Las piedras que guardas en tu memoria
son las ruinas de un altar construido
para que alguien más ofreciera en él su corazón.
Pero ya nadie se detiene bajo los árboles
que se han despojado de su sombra.
Sin amor, el paisaje incierto de otras tierras
los arrebata definitivamente de nosotros.
        Queda entonces el vacío donde resuenan mejor
nuestros pasos,
oscuro rumor que nos obliga a permanecer despiertos.

        Quién vigila más allá de ti mismo el movimiento
de tu sangre?
Cada noche te prepara un abismo
en el que te dejas caer sin espanto
pues en ti llevas tu lámpara,
esa que también te ha descubierto la intemperie
y el esquivo secreto de su nombre.
        Un canto de sirenas te guía en el blanco laberinto de la rosa.
        ¿En qué antiguo reino se apoya tu mirada?

Lucía Estrada (1980)
Blanco Móvil Poesía: 100 años de surrealismo
145/146, México, otoño-invierno 2019-2020.


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