Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 18 de Septiembre de 2023
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Besos

Mis besos lloverán sobre tu boca oceánica
primero uno a uno como una hilera de gruesas gotas
anchas gotas dulces cuando empieza la lluvia
que revientan como claveles de sombra
luego de pronto todos juntos
hundiéndose en tu gruta marina
chorro de besos sordos entrando hasta tu fondo
perdiéndose como un chorro en el mar
en tu boca oceánica de oleaje caliente
besos chafados blandos anchos como el peso de la plastilina
besos oscuros como túneles de donde no se sale vivo
deslumbrantes como el estallido de la fe
sentidos como algo que te arrancan
comunicantes como los vasos comunicantes
besos penetrantes como la noche glacial en que todos nos abandonaron
besaré tus mejillas
tus pómulos de estatua de arcilla adánica
tu piel que cede bajo mis dedos
para que yo modele un rostro de carne compacta idéntico al tuyo
besaré tus ojos más grandes que tú toda
y que tú y yo juntos y la vida y la muerte
del color de la tersura
de mirada asombrosa como encontrarse en la calle con uno mismo
como encontrarse delante de un abismo
que nos obliga a decir quién somos
tus ojos en cuyo fondo vives tú
como en el fondo del bosque más claro del mundo
tus ojos llenos de aire de las montañas
y que despiden un resplandor al mismo tiempo áspero y dulce
tus ojos que tú no conoces
que miran con un gran golpe aturdidor
y me inmutan y me obligan a callar y a ponerme serio
como si viera de pronto en una sola imagen
toda la trágica indescifrable historia de la especie
tus ojos de esfinge virginal
de silencio que resplandece como el hielo
tus ojos de caída durante mil años en el pozo del olvido
besaré también tu cuello liso y vertiginoso como un
tobogán inmóvil
besaré también tu cuello liso y vertiginoso como un tobogán inmóvil
tu garganta donde puede morderse la amargura
tu garganta donde la vida se anuda como un fruto que se puede morder
y donde el sol en estado líquido circula por tu voz y tus venas
como un coñac ingrávido y cargado de electricidad
besaré tus hombros construidos y frágiles como la ciudad de Florencia
y tus brazos firmes como un río caudal
frescos como la maternidad
rotundos como el momento de la inspiración
tus brazos redondos como la palabra Roma
amorosos a veces como el amor de las vacas por los terneros
y tus manos lisas y buenas como cucharas de palo
tus manos como esos pedazos de la noche que de pronto caen revoloteando en [la mitad del día
tus manos incitadoras como la fiebre
o blandas como el regazo de la madre del asesino
tus manos que apaciguan como saber que la bondad existe
besaré tus pechos globos de ternura
besaré sobre todo tus pechos más tibios que la convalecencia
más verdaderos que el rayo y que la soledad
y que pesan en el hueco de mi mano como la evidencia en la mente del sabio
tus pechos pesados fluidos tus pechos de mercurio solar
tus pechos anchos como un paisaje escogido definitivamente
inolvidables como el pedazo de tierra donde habrán de enterrarnos
calientes como las ganas de vivir
con pezones delicados iridiscentes florales
besaré tus pezones de milagro y dulces alfileres
que son la punta donde de pronto acaba chatamente
la fuerza de la vida y sus renovaciones
tus pezones de botón para abrochar el paraíso
de retoño del mundo que echa flores de puro júbilo
tus pezones submarinos de sabor a frescura
besaré mil veces tus pechos que pesan como imanes
y cuando los aprieto se desparraman como el sol en los trigales
tus pechos de luz materializada y de sangre dulcificada
generosos como la alegría de aceptar la tristeza
tus pechos donde todo se resuelve
donde acaba la guerra la duda la tortura
y las ganas de morirse
besaré tu vientre firme como el planeta Tierra
tu vientre de llanura emergida del caos
de playa rumorosa
de almohada para la cabeza del rey después de entrar a saco
tu vientre misterioso cuna de la noche desesperada
remolino de la rendición y del deslumbrante suicidio
donde la frente se rinde como una espada fulminada
tu vientre montón de arena de oro palpitante
montón de trigo negro cosechado en la luna
montón de tenebroso humus incitante
tu vientre regado por los ríos subterráneos
donde aún palpitan las convulsiones del parto de la tierra
tu vientre contráctil que se endurece como un brusco recuerdo que se coagula
y ondula como las colinas
y palpita como las capas más profundas del mar océano
tu vientre lleno de entrañas de temperatura insoportable
tu vientre que ruge como un horno
o que está tranquilo y pacificado como el pan
tu vientre como la superficie de las olas
lleno hasta los bordes de mar de fondo y de resacas
lleno de irresistible vértigo delicioso
como una caída en un ascensor desbocado
interminable como el vicio y como él insensible
tu vientre incalculablemente hermoso
valle en medio de ti en medio del universo
en medio de mi pensamiento
en medio de mi beso auroral
tu vientre de plaza de toros
partido de luz y sombra y donde la muerte trepida
suave al tacto como la espalda negra del toro de la muerte
tu vientre de muerte hecha fuente para beber la vida fuerte y clara
besaré tus muslos de catedral
de pinos paternales
practicables como los postigos que se abren sobre lo desconocido
tus muslos para ser acariciados como un recuerdo pensativo
tensos como un arco que nunca se disparará
tus muslos cuya línea representa la curva del curso de los tiempos
besaré tus ingles regadas como los huertos mozárabes
traslúcidas y blancas como la vía láctea
besaré tu sexo terrible
oscuro como un signo cuyo nombre no puede decirse sin tartamudear
como una cruz que marca el centro de los centros
tu sexo de sal negra
de flor nacida antes que el tiempo
delicado y perverso como el interior de las caracolas
más profundo que el color rojo
tu sexo de dulce infierno vegetal
emocionante como perder el sentido
abierto como la semilla del mundo
tu sexo de perdón para el culpable sollozante
de disolución de la amargura y de mar hospitalario
y de luz enterrada y de conocimiento
de amor de lucha de muerte de girar de los astros
de sobrecogimiento de hondura de viaje entre sueños
de magia negra de anonadamiento de miel embrujada
de pendiente suave como el encadenamiento de las ideas
de crisol para fundir la vida y la muerte
de galaxia en expansión
tu sexo triángulo sagrado besaré
besaré besare
hasta hacer que toda tú te enciendas
como un farol de papel que flota locamente en la noche.

Tomás Segovia (1927-2011)
Poesía en movimiento.
Selecciones y notas de Octavio Paz,
Alí Chumacero, José Emilio
Pacheco y Homero Aridjis.
Prólogo de Octavio Paz.
Siglo XXI, México, 1966.

Martes

Los miedosos

de tanto saberte hombre
acabo analfabeta de los signos que
dictan tu sino
interrogante monto en ti
sin suavidad
espasmódica
temiente
hundida
introspectiva

sonries semioscuro y valiente al abrazo que te doy
no miente la piel cuando se abre y canta
vulnerada la rabia entre las ingles
confundidas pierde
su entusiasmo

hay hambre atrasada en tus gestos infantiles
la maraña de tu pelo que revuelvo libera el miedo
vuela hacia el techo lo puedo ver iridiscente

hosca ebriedad del tálamo extraviado
donde hubiera sido preciso iniciar el viaje
a nuestra fe

morder es atrancarse atiborrarse vencer el sueño
penetrar es entrar en mi para saber de que
materia me forjaron mi madre y mi padre
en su momento de grito y de accidente

tus preguntas son las mías y no
cómo perder la soledad del Yo cómo
afianzarnos en la sombra del único
tiempo de ser uno
sin que el cansancio la incredulidad el cInismo
la indiferencia nos separen nos vuelvan a
la orfandad de cada quien
violento pudor incierta audacia la de
querer amarnos sin sentir sintiendo

tocamos la sombra con dedos intrigados
el sonido esconde el jadeo de la tristeza
péndulos invisibles condenan la entrega
cuando amanezca seremos dos extraños
y en la noche ciegos mudos sordos hirsutos
camaradas de voluptuosidad marchita
henderemos el vacío con la vorágine de
torsos apretujados juntos solitarios dos

quién sabe por qué besarse duele tanto
el ánimo crece vibra en las entrañas las
orejas adquieren tonalidades sorprendentes
se cree en sentimientos en verdades en
momentos extaticos la savia vuelve a ser
conducida y tiene sentido la existencia
pero es pus es trampa de halcones es llaga
latente es cadalso no hay que besarse
o si pero fingiendo sin entusiasmo sin
profundizar en el caso sin pensarlo
como si la pulsión como si animales
y nada más

anduvo la noche rebotando en las paredes
la angustia etilizada salía de poros y
salivas y las preguntas seguían siendo
se puede ser podría quererte en una de
esas te amo y orgasmica me abro a ti

pero el juego está empezado ni bajarse
del martillo ni vomitar ni arrepentirse
es válido la descalificación es para
siempre se cerraria el antro de esta
real imaginaria seducción

intenté besarte pero la ebriedad subio
volando a mi cerebro y las piernas de
agua no me dejaron convencerte de nada

el suelo confidente austero rasposo rastrero
marca en mi espalda el costo del no
abandono hombre sobre mí te colocas
más cerca del aire y del cielo
y si la guerra es solitaria no importa el
número de batallas que cabalgo contigo pero
acaso tú mismo no sabes y buscas entre
el ramaje apretado del aire un respiro
un suspiro donde descansar
o el suelo donde yazgo

sin conocernos la espalda conocemos el adiós
nos hemos ido tantas veces de otros de
nosotros mismos imposible fundirse
mientras exista irse darse la espalda marcharse

la caricia de tus manos efecto sedante
y vigoroso estimulo respiro fuerte

no se puede esconder el amor no se congela
no se fosiliza con herramientas pueriles
explota rompe el aire se expande vive
lo miramos pasar nos roza con una limpia
asciende se estampa en el
muro de tus ojos impenetrable fijo pero imposible

hubo una vez un tiempo de la entrega
esencial donde volcados húmedos camaleónicos
dejábamos resbalar el tiempo hacia el
abismo el viento mecía los girasoles el sol
robaba el rubor de nuestras caras el agua
del mar se mecia gustosa en otra parte
porque sabia que en algún sitio tú yo
cuántos todos siempre alguna vez
y creíamos y besábamos y hasta sin
recato gritabamos de placer de amor de
fortuna de ilusiones

la siega rompió el rumor de que se podía
ser feliz el cieno adoquino mejillas tapió miradas

selló los oídos que percibían alientos de
sobresaltada pasión

yermos somos
en el desierto nos procrearon

mecida en el hueco de tus brazos la piel
del rostro contra el pecho desnudo
que me acoge pregunto una vez más
es condena es silabario es rosario
puede ser el amor
larga es la cadena de la vida para atarnos
a qué

Leticia Herrera (1960)

 

Me sobran muertos

siempre crei que mis relaciones con la muerte
eran civilizadas y hasta cordiales
que me iba haciendo al silencio de mis muertos
con decoro con respeto con admiración servil
a tantos cuantos he amado y ya se fueron

pero resulta que me sobran todos mis muertos
que los acomodo en los cajones de la memoria
y siempre cuando duermo y cuando estoy despierta
caminan conmigo como si no supieran que eso da miedo
que a la gente cuando esta viva le hacen daño los fantasmas
porque se le llenan de pestanas por dentro los ojos
y entonces no puede uno saber si va o si viene
o si siquiera llorar es bueno

y si lloro me consuelo pero mis muertos siguen ahí
estáticos recordándome todas las cosas que no hice
y que debía
acechándome como amantes insatisfechos que hasta
quieren conformarse con oler la ropa del ser ambicionado
mordiéndome la nuca cuando quiero reírme y ser amiga de la vida
esculcándome las tripas para sacarme todas las pastas
y la mota y el alcohol que les he metido para ver si así
se me olvidaban mis muertos o se morían de veras
para yo seguir siendo quien soy aunque no sé

por eso cuando la depresión me absorbe el seso
y sólo soy un ser vulnerado arrinconado en el suelo del pasado
quisiera que uno a uno mis muertos
vinieran ahora sí
para saldar cuentas con ellos
para decirles todo lo que los quise
para darles las gracias por todo cuanto me dieron
para decirles que nunca nunca nunca más
dejaré de hacer las cosas que me pidieron
para despedirme como Dios manda de cada uno de ellos

porque yo ya sé que cuando la gente se muere
es porque se puso más seria que nunca
y es cuando más le importa lo que pasó
y lo que no pasó

no sé qué hacer con mis muertos

Leticia Herrera (1960)
Vivir es imposible
Verdehalago
Fondo Estatal para la Cultura
Y las Artes de Nuevo León,
Monterrey, 2000.

Miércoles

Señal

Van a cerrar el parque.
En los estanques
nacen de pronto amplias cavernas
en donde un tenue palpitar de hojas
denuncia los árboles en sombra.
Una sangre débil de consistencia,
una savia rosácea,
se ha vertido sin descanso
en ciertos rincones del bosque,
sobre ciertos bancos.
Van a cerrar el parque
y la infancia de días impasibles y asoleados,
se perderá para siempre en la irrescatable tiniebla.
He alzado un brazo para impedirlo;
ahora, mas tarde, cuando ya nada puede hacerse.
Intento llamar y una gasa funeral
me ahoga todo sonido
no dejando otra vida
que ésta de cada día
usada y ajena
a la tensa vigilia de otros años.

Álvaro Mutis (1923-2013)

 

Breve poema de viaje

Desde la plataforma del último vagón
has venido absorta en la huida del paisaje.
Si al pasar por una avenida de eucaliptos
advertiste cómo el tren parecía entrar
en una catedral olorosa a tisana y a fiebre;
si llevas una blusa que abriste
a causa del calor,
dejando una parte de tus pechos descubierta;
si el tren ha ido descendiendo
hacia las ardientes sabanas en donde el aire se queda
detenido y las aguas exhiben una nata verdinosa,
que denuncia su extrema quietud
y la inutilidad de su presencia;
si sueñas en la estación final
como un gran recinto de cristales opacos
en donde los ruidos tienen
el eco desvelado de las clínicas;
si has arrojado a lo largo de la vía
la piel marchita de frutos de alba pulpa;
si al orinar dejaste sobre el rojizo balasto
la huella de una humedad fugaz
lamida por los gusanos de la luz;
si el viaje persiste por días y semanas,
si nadie te habla y, adentro,
en los vagones atestados de comerciantes y peregrinos,
te llaman por todos los nombres de la tierra,
si es así,
no habré esperado en vano
en el breve dintel del cloroformo
y entraré amparado por una cierta esperanza.

Álvaro Mutis (1923-2013)

 

Cada poema

Cada poema un pajaro que huye
del sitio señalado por la plaga.
Cada poema un traje de la muerte
por las calles y plazas inundadas
en la cera letal de los vencidos.
Cada poema un paso hacia la muerte,
una falsa moneda de rescate,
un tiro al blanco en medio de la noche
horadando los puentes sobre el río,
cuyas dormidas aguas viajan
de la vieja ciudad hacia los campos
donde el día prepara sus hogueras.
Cada poema un tacto yerto
del que yace en la losa de las clínicas,
un ávido anzuelo que recorre
el limo blando de las sepulturas.
Cada poema un lento naufragio del deseo,
un crujir de los mástiles y jarcias
que sostienen el peso de la vida.
Cada poema un estruendo de lienzos que derrumban
sobre el rugir helado de las aguas
el albo aparejo del velamen.
Cada poema invadiendo y desgarrando
la amarga telaraña del hastio.
Cada poema nace de un ciego centinela
que grita al hondo hueco de la noche
el santo y seña de su desventura.
Agua de sueño, fuente de ceniza,
piedra porosa de los mataderos,
madera en sombra de las siemprevivas,
metal que dobla por los condenados,
aceite funeral de doble filo,
cotidiano sudario del poeta,
cada poema esparce sobre el mundo
el agrio cereal de la agonía.

Álvaro Mutis (1923-2013)
Summa de Maqroll el Gaviero
Poesía, 1948-1997

Introducción y edición de
Carmen Ruiz Barrionuevo
VI Premio Reina Sofía
De Poesía Iberoamericana
Ediciones Universidad de Salamanca,
Salamanca, 1997.

Jueves

Una rosita sincera

Una rosita sincera
no tiene por qué llorar.
Siempre tendrá quien la quiera
y quien la saque a bailar...

Anónimo, siglo XIX

 

Cuando sales a bailar

Cuando sales a bailar
me pareces más hermosa,
me pregunto sin cesar
¿cuándo cortaré esa rosa
que me hace tanto penar?

Versos huastecos

 

Tienes ojos de celosa

Tienes ojos de celosa,
boca de compadecida,
tienes cuerpito de rosa,
señales de preferida:
¡Dios te guarde tan hermosa,
para mí, toda la vida!

“La leva”, San Luis Potosí

 

Ahora sí

Ahora sí salió a bailar
la rosa con el clavel;
la rosa tirando flores,
y el clavel a recoger.

“Que comienzo, que comienzo”, Oaxaca

 

Cupido

Cupido, llévame a rastras:
ya no puedo andar a pie;
llévame hasta la barranca,
y allí solito me iré,
a ver mi rosita blanca,
que llorando la dejé.

“El gusto”, Veracruz

 

Rosa de Castilla

Rosa de Castilla en rama,
prende y se vuelve a secar;
dende aquí te estoy mirando:
¡cómo te he de abandonar!

“Rosa de Castilla”, Jalisco

 

Ya perece

Ya parece, ya parece,
ya parece, pero no,
ya parece que te corto,
rosita de Jericó.

Higinio Vázquez Santana (1899-1962)

 

Le canto a Rubén Darío

Le canto a Rubén Darío
con estas rimas astrosas.
Desde niño desvario:
le cantan mejor las rosas.

Mardonio Sinta (1929-1990)

 

Cultivo una rosa blanca

Cultivo una rosa blanca,
En Julio como en Enero,
Para el amigo sincero
Que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo,
Cultivo la rosa blanca.

José Martí (1853-1895)

La rosa escrita
Breve antología poética de
la rosa en lengua castellana

Selección y prólogo de
Francisco Hernández.
Aldvs, México, 1996.

Viernes

Preludio viajero

Con un patín --duro de hielo--
resbalo por la azul pista del cielo.
Estandarte y pañuelo
del deportivo vuelo:
La grácil nube roja
-bailarina sobre la cuerda floja
de un horizonte extraño-.
(Atrás se queda el año,
esperando que demos la vuelta.
Y con la crín revuelta
nos alcanza, agitado el aliento,
huracanado viento.
(Cómo corre el paisaje
con su maleta retórica de viaje).
Se nos alargan los adioses,
urgidos y veloces.
Los minutos, con fiebre marinera,
huyen jugando una carrera.
Las palabras --salobres despedidas—
desfallecen y giran aturdidas.
Estupefactas, los ojos desmesuradamente abiertos,
las ventanas semejan aventureras novias de los puertos.
El paisaje angustiado nos alarga los brazos
mientras desmayase una rosa, cayéndose a pedazos.

Octavio Paz Lozano (1914-1998)

 

[Patín, patín]

Patín, patín
--veloz desliz
sobre la negra pista de mi esplín--.
Patín
--rojo tapiz;
redondo azul de cielo
sobre cuadrado gris--.
Patín, patín
de duro hielo.
Avión abierto
a todo viaje.
Velero en puerto
a toda ruta descubierto.
--Ruta: delirio del miraje.
PATIN, PATIN,
tan intangible y cierto.

Octavio Paz Lozano (1914-1998)

Barandal. México DF, tomo I, núm. 1, agosto de 1931 –
Tomo II, núm. 7. Marzo de 1932. Mensual.
Editores: Rafael López Malo, Octavio Paz Lozano,
Salvador Tiscano, Arnulfo Martínez Lavalle (2-7)
(Siete números.) Secciomes: Notas.
Entregas de 16-24 pp. Con ilustraciones de Adrián
Osorio y Julio Prieto, y cinco suplementos-

Revistas Literarias Mexicanas Modernas
Barandal
1931 – 1932
Cuadernos del Valle de México
1933 - 1934
Fondo de Cultura Económica, México, 1981.

Sábado

Los motivos del lobo

El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
¡el lobo de Gubbia, el terrible lobo!
Rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel, ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertos y daños.
Fuertes cazadores armados de hierros
fueron destrozados. Los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos y de corderillos.
Francisco salió, al lobo buscó en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera enorme,
que al verle se lanzó feroz contra él.
Francisco, con su dulce voz, alzando la mano,
al lobo furioso dijo: ¡Paz, hermano lobo!
El animal contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco, cerró las abiertas fauces agresivas,
y dijo: ¡Está bien, hermano Francisco!
¡Cómo! exclamó el santo.
¿Es ley que tú vivas de horror y de muerte?
¿La sangre que vierte tu hocico diabólico,
el duelo y espanto que esparces,
el llanto de los campesinos, el grito,
el dolor de tanta criatura de Nuestro Señor,
no han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno?
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno Luzbel o Belial?
Y el gran lobo, humilde:
¡Es duro el invierno, y es horrible el hambre!
En el bosque helado no hallé qué comer;
y busqué el ganado, y en veces comí ganado y pastor.

¿La sangre?
Yo vi más de un cazador sobre su caballo,
levando el azor al puño;
o correr tras el jabalí, el oso o el ciervo;
y a más de uno vi mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
Y no era por hambre que iban a cazar.
Francisco responde:
En el hombre existe mala levadura.
Cuando nace viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia es pura.
Tú vas a tener desde hoy qué comer.
Dejarás en paz rebaños y gente en este país.
¡Que Dios melifique tu ser montaraz
Está bien, hermano Francisco de Asís.
Ante el Señor, que todo ata y desata,
en fe de promesa tiéndeme la pata.
El lobo tendió la pata al hermano de Asís,
que a su vez le alargó la mano.
Fueron a la aldea.
La gente veía y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
y baja la testa, quieto le seguía
como un can de casa, o como un cordero.
Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó. Y dijo:
He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio,
daréis su alimento a la pobre bestia de Dios.
¡Así sea!, contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal de contentamiento,
movió testa y cola el buen animal
y entró con Francisco de Asís al convento.

Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían
y los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
cuando a la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía,
el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle, iba por el monte, descendía al valle,
entraba en las casas y le daban algo de comer.
Mirábanle como a un manso galgo.
Un día, Francisco se ausentó.
Y el lobo dulce, el lobo manso y bueno,
el lobo probo, desapareció, tornó a la montaña
y recomenzaron su aullido y su saña.
Otra vez sintiose el temor, la alarma,
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el espanto los alrededores,
de nada servían el valor y el arma,
pues la bestia fiera no dio treguas a su furor jamás,
como si tuviera fuegos de Moloch y de Satanás.
Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos lo buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.
Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña a buscar al falso lobocarnicero.
Y junto a su cueva halló a la alimaña.
En nombre del Padre del sacro universo,
Conjúrote, dijo, ¡oh lobo perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Contesta. Te escucho.
Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:
Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos y los pies.
Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
Y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad.
El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: Padre nuestro, que estás en los cielos...

Rubén Darío (1867+1916)
Obras completas.
Ediciones Anaconda,
Buenos Aires, 1952.

Domingo

A Pilar Orraca

Pilar, tu nombre divino,
lo cargo de devoción;
soy un triste peregrino
que llora en una prisión
pero no pierdo el camino.
¡Ay, qué olor me da a sandía!
¿Quien se la estará comiendo?
Me gusta tu simpatía
y el modo de estarte viendo;
pareces la luz del día
cuando ya está amaneciendo.
Recuerda que te quisí
y siempre te estoy quisiendo:
el amor que te tuví.
siempre te lo estoy
tuviendo, y si me dices que
sí, siempre te lo sigo
haciendo.
En las cumbres de un argel
canta un gorrioncito herido,
diciendo de esta manera,
quejándose adolorido:
“¿Qué no te da compasión
al verme a tus pies rendido?”
Eres camelia en botón,
bejuquito de San Diego;
si sangre del corazón
me pides, no te la niego,
porque te amo con pasión.
Corté la flor de la llagua
porque me agradó su olor;
si usted me da su palabra
juntamente con su amor,
aunque muera a puñaladas
no he de sentir el dolor.
Te pareces a la flor
que tumba la berenjena;
si probaras a mi amor
verías qué cosa tan buena,
porque con tu resplandor
hasta el corazón me truena.
Ésta no es hipocresía
lo que hoy te vengo a cantar,
porque las querencias mías
no te pueden olvidar
ni de noche ni de día.
Ni de noche ni de día
te olvida mi gran pasión,
y para mí la alegría
la tiene tu corazón.
Hermosa flor de sandía,
quiéreme por compasión.
Soñando y durmiendo estaba
que me tenías en tu lecho
y que de mamar me dabas
de esos tus torneados pechos
y luego me acariciabas.
En la cumbre de un moral
cantaba una primavera;
dijo Crescencio Marcial
hablando de esta manera:
"Ya no te podría olvidar
si en tus brazos me muriera".

 

A Ana Segovia

Soy del puerto alvaradeño
y siempre canto con ganas.
Soy un negrito costeño
y como toco jarana,
de lo que quiero me adueño,
se llame Inocencia o Ana.
Flor eres del mes de enero
por color y simpatía.
Por ti anda mi corazón
suspirando noche y día;
eres flor de Alejandría
posada en tino florero.
Negrita, no sé por qué
de ti vivo apasionado.
Cierto que te enamoré,
y tú no me has contestado
un papel que te mande.
¿O ya no soy de tu agrado?
Tras la lejana montaña
la luna acecha curiosa
y alumbra muy de mañana
a una blanca mariposa
acostadita en su cama.
Lunes y martes te imploro,
el miércoles me despido,
jueves y viernes te adoro,
el sábado te suspiro,
y el domingo no te lloro
porque es el dia que te miro.
Lunes, martes me estaré
gozando de tus placeres,
el miércoles no estaré,
jueves, viernes no me esperes,
el sábado volveré
o el domingo si Dios quiere.
Yo salí de Matamoros
y a este lugar llegue;
yo te guardaré decoro
y cantando te diré
que tu dentadura de oro
que bonita se te ve.
Ayer salí de Cardel
con rumbo de Matamoros;
en verdad puede el querer;
pues como tanto te adoro
por ver tu sonrisa de oro
de lejos te vine a ver.
Por medio de mi sentido
te aviso en esta ocasion:
ya no estoy adolorido,
pero el golpe de un cañón
hizo que no esté contigo.
Quisiera con gran talento,
estrella, estarte mirando,
y que Dios en su aposento
con su luz te esté alumbrando.
No te digo lo que siento
porque ya lo estás mirando.
Estuve en el Polo Norte
donde habita el oso blanco;
como tu amor no se acorte,
yo te formaré un encanto
para que veas que te quiero
y te adoro como a un santo.
La suerte a los dos nos toca
y te lo habré de probar.
Hablando gota por gota,
si quieres asegurar,
puedo firmarte una nota
que a ti nomás voy a amar.

Arcadio Hidalgo (1893-1984)
La versada de Arcadio Hidalgo
Introducción de Gilberto
Gutiérrez y Juan Pascoe
FCE, México, 1985.


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