Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 24 de Marzo de 2019
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria

Lunes

No es más

por selva oscura

Un poema no es más
que una conversación en la penumbra
del horno viejo, cuando ya
todos se han ido, y cruje
afuera el hondo bosque; un poema
no es más que unas palabras
que uno ha querido, y cambian
de sitio con el tiempo, y ya
no son más que una mancha, una
esperanza indecible;
un poema no es más
que la felicidad, que una conversación
en la penumbra, que todo
cuanto se ha ido, y ya
es silencio.

Eliseo Diego (1920-1994)
La sed de lo perdido
Antología
Edición de Antonio Fernández Ferrer
Ediciones del Equilibrista
Hingham, Massachusetts, 1993

Martes

Era un hito la Torre Latinoamericana

cuando por primera vez
visité la ciudad de México,
tenía seis años y junto a mi padre escuché
los respiros del subsuelo.
Supe que una máquina
transportaba la fatiga de las personas
y después de ser escupidas
en alguna estación
brotaban a destajo con los párpados cenizos.
En ese entonces soñaba con tener barba
y cubrir la cicatriz
que un perro dejó en mi mejilla.
Cruzamos la Alameda
y la falda de una torre se ensuciaba
con el sopor de los transeúntes.
Esa torre fue testigo de varias fotografías
además de los regaños de mi padre
quien nunca enfocó mis lágrimas.
Creo que tampoco
escuchó bajo nuestros pies
aquellos vagones repletos de angustia.
Después de esos intentos inútiles
de sonreír a la cámara
por fin mi padre logró capturar
un pedazo de sonrisa.
Desde entonces
dejé de aparecer en retratos
y la única imagen mía que existe
yace dentro de los ojos
de aquella torre cuando llora.

Abraham Huaroco Dosil (1985)
En La generación de la angustia
Poetas nacidos entre 1936 y 1985
de Armando Salgado
Premio Internacional de Poesía
Ramón Iván Suárez Caamal 2017
Puerta Abierta Editores, Colima, 2018

Miércoles

Acércate

Acércate, acércate
un poco, un poco más cerca.
Dame tus manos,
sube por el camino de mis manos
y entra en mi corazón.
Oye con atención estas palabras
que titilan en mis labios.
Verás estas palabras caer del aire
como una balsa breve
próxima al naufragio.
Toma las palabras,
sé tú como la orilla del mar
donde mis palabras recalarán.
Acércate, un poco más,
un poco más cerca.
Cuánta compasión por mí;
si toda tú te adentraras en mi alma,
abriría mis ojos y te buscaría
en el aire, entre las nubes,
y al retornar me encontraría a mí mismo,
solo, inmensamente solo bajo el cielo.

Andrés Henestrosa (1906-2008)
La Palabra y el Hombre, 48, N.E., 1983,
Universidad Veracruzana, Xalapa

Jueves

El hombre

¿Qué ha visto el hombre?
Nada.
Ciego y desnudo llegó,
desnudo y ciego se irá del polvo al polvo.
Un gesto de ternura podría salvar al mundo,
pero el hombre jamás bajó los ojos
a ese pozo de luz.
–Llorarás, le dijeron,
mas no es fácil llorar.
Llorar es deprenderse, irse en ríos de uno,
y el hombre sólo sabe devorar y perderse.
No conoce más muros que los que cercan su ciudad en sombras
y hasta allí ha bajado a envejecer,
a morir en sí mismo,
a sepultarse testarudo,
mientras la soledad circula por su cuerpo
como el viento por una casa en ruinas.
Yo insisto: Un gesto de ternura podría…,
de pronto, me irrito, tiemblo, río, me quebranto,
Yo soy el hombre.

Enriqueta Ochoa (1928-2008)
La Palabra y el Hombre, 42, XI-1967
Universidad Veracruzana, Xalapa

Viernes

¿Para qué?

¿Para qué echar raíces?
Que ya se está acercando,
ya oigo aullar la tormenta
que de cuajo las arrancará.
¿Para qué cantar mis canciones?
Que ya se levanta el viento,
el viento que suavemente
las habrá de dispersar?
¿Para qué plantar mis amores?
Ya habrá nacido la bella,
ya echa flor la hermosa
que me los va a robar.

Mariana Frenk-Westheim
Y mil aventuras
UAM, México, 1997

Sábado

El viaje

La yerba habitada por la luz
como una gema
la cascada de agua es una risa
y la cercanía del mar ya se pega en el cuerpo.
Al fondo de los bosques
la frialdad del agua nos observa.
Pasamos los cementerios
como pequeñas ciudades encerradas en las ciudades,
mundos de símbolos,
la poesía también erige símbolos,
pequeños altares íntimos
y es como una forma de adoración a veces
o como un ojo espejo.
En el viaje la vida abre sus múltiples caminos
y no sé si el placer estético
es el placer del desprendimiento,
de la libertad y del vértigo,
de pasar la vida rápido
o de pasar como a través de la vida
pero la alegría es aquí un gran dios ávido y delicioso.
El esmerilado de la niebla
nos cubre de pronto
y como en un paisaje chino
con sus matices siempre inalcanzables
la niebla es un infinito.

Verónica Volkow (1955)
En Poetas de una generación 1950-1959
Selección y prólogo de Evodio Escalante
Premia / UNAM, Tlahuapan, Pue., 1988

Domingo

Recuento I

La tarde solitaria
me está poniendo pantalones cortos.
José María Álvarez

Para Alejandro Sanciprián, Rafael Vargas,
José Buil, Sergio Monsalvo y René Aguilar.

Porque éramos muchos y ahora somos menos.
Porque no hemos aprendido a vivir sin tropezar.
Porque ahora preguntamos por los que se van de viaje,
por los que se divorcian, por los desaparecidos.
Porque ahora pesamos más y en nuestros rostros
se marca el tiempo.
Porque ahora tenemos más de veinte años y muchas
inquietudes
congeladas en las manos y en la boca.
Porque quisimos transformar al mundo y éste 
y nuestras mujeres acabaron con nuestro aliento.
Porque antes exigíamos y ahora pedimos “por favor”.
Porque nuestros amigos “no eran amigos de nuestros amigos,
ni siquiera amigos nuestros”.
Porque ahora sabemos que la soledad existe
y que no es sólo una frase para adornarse.
Porque tuvimos valor y ahora arrastramos nuestros miedos.
Porque en nuestros cuerpos están las flores marchitas
del licor y de la droga.
Porque el tiempo parece que nos ha ganado la partida
y entre nuestros naipes no hay ni siquiera un par.
Porque no estamos satisfechos.
Porque no logramos nada.
Porque el país se acaba y aquí no hay embajada de México
para asilarnos.
Porque la amistad es la sombra que nos cobija.
Porque sí y porque ya no hay tiempo
para ilusiones baratas,
escribo estas pinches líneas
y brindo por ustedes.

Arturo Trejo (1953)
En Poetas de una generación 1950-1959
Selección y prólogo de Evodio Escalante
Premia / UNAM, Tlahuapan, Pue., 1988


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