Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 12 de Agosto de 2024
Por: Felipe Garrido

Lunes

Criptografía

La parábola de la arena y la roca

me obsesionó durante años.

Aunque la roca se me deshizo como arena,

construí la casa.

Recibí una y otra vez a mis tormentas

y también al lobo

que soplaba cada vez más fuerte:

la casa terminó por derrumbarse.

Le recé a la arena,

le recé a la roca,

le recé a los códigos binarios y las dicotomías.

Le recé a la parábola para que ya no existiera,

pero siguió enviándome notas por correo,

requerimientos con logotipos oficiales.

Me fui al campo,

pero las hormigas devoraron las letras de mis libros;

me mudé a una ciudad muy grande,

pero no encontré ningún espacio no indexado

y la parábola acechaba en todas partes.

Fui a una isla en medio del océano,

sobre las rocas de madrépora que brillan en la noche,

pero una compañía petrolera

decidió excavar un pozo en medio de mi sala.

Al fin, vine al desierto

Para perderme entre las dunas.

Si aquí todo es arena

para qué buscar la roca,

para qué el mar

si aquí todo es inmenso.

Los espejismos edifican ciudades en alta definición.

Ahora bailo mientras cruzo mi reino de arena

que resiste en la tempestad de sus fragmentos.

Nadia Escalante Andrade (1982)

Un poema lumpenburgués

Me invitó un sándwich de verduras

con mozzarella y mayonesa, y envuelto

en una servilleta de papel reciclado.

Tumbadas en la hamaca,

me contaba que la habían despedido:

era community manager

de un centro budista.

"Creo que hice las cosas a su tiempo,

con cuidado; me gustaba.

Pero el director pidió

que le escribiera un discurso

y lo armé con esas fórmulas que usan:

La felicidad no es algo que sucede

a tu alrededor. Pasa dentro de ti,

'Sólo el amor disipa el odio,

'Somos lo que pensamos.

Si me preguntas, eso fue lo que aprendí,

pero él sentenció:

'Es una cadena de memes

unidos entre sí por tu ignorancia.

Respondí:

*Cuando las palabras del otro

producen ira y agresión

es porque reflejamos en ellas

nuestra propia oscuridad',

leí eso en algún sitio.

Me ordenaron que me fuera al otro día."

Lila es pelirroja y sonriente,

hoyuelos en las mejillas.

Dijo también que todo

nos queda cerca, y que no

me preocupara

por no haber viajado tanto.

"¿Sabes que en dieciocho horas

llegas a Punta del Este,

haciendo escala en Santiago?

¿Y en cinco horas,

a San Francisco, California?

Si lo piensas es fácil en el tiempo y el espacio".

Lila huele siempre a jabón,

de esos orgánicos que usa,

sobre todo a cítricos y verbena.

"Oye, Lila, ¿y si pido tu trabajo?

Necesito pagar deudas y karma,

puedo vender mi ingenio

a esos budistas. Me iluminaré

cada vez que necesiten un eslogan.

Además, mucha gente se dedica

a atribuir frases al Buda

y hay de dónde escoger:

Pasa el tiempo y ahora creo que

el vacío es un lugar normal.

Puedo hacer tiras de branding

como ese rosario de sándalo

que traes en el cuello, ¿sabes?"

Lila sonríe y me aconseja

que mejor adopte un perro.

Comemos papas con orégano

y mecemos. El sol me dora la cara

y la Lila perfecciona sus pecas.

"Yo adopté una perrita el mes pasado,

pero no tiene nombre.

La llevaba al trabajo

y dormía junto a mis piernas",

"Podrías llamarla Verbena",

opino, y pienso en que si yo oliera

al jabón de Lila, tal vez la perrita

me tendría confianza.

"Una maestra me confesó un día:

'El budismo es ya una práctica corporativa,

sólo así puedes aguantar doce horas diarias

en una oficina climatizada de mierda

con paredes blancas

y una alfombra plagada de alérgenos.'

Pensé que si

y era peor si no te dabas cuenta.

Awareness, Mindfulness, Metta:

SWOT Analysis, Six Forces Model.

Conocí también reincidentes,

me decían 'quiero ser budista de nuevo,

la maestra solía cuestionarlos

pero también la despidieron."

Bajamos a la playa,

Lila escribió sobre la arena:

La felicidad no es algo que sucede a tu alrededor. Pasa dentro de ti.

Sólo el amor disipa el odio.

Somos lo que pensamos.

Nadamos hasta que la brisa

se hizo viento,

pensé que Lila

ya no olería a verbena, sino a sal

y humedad, al sargazo esporádico

de las brazadas. "Mira, ven —llama Lila—,

la marea subió y borró la mitad.

Ahora dice:

La felicidad no es algo que sucede/

Sólo el amor/

Somos.

Nadia Escalante Andrade (1982).

Aurora

Los escuchaste mientras dormías,

en la carretera hacia Tampico.

Detuvieron el autobús de madrugada,

lo desviaron de su ruta;

no creíste en la premonición

que en el sueño a veces amenaza.

El ruido blanco del monte

y los somníferos que tomaste para el viaje

los ocultaron en la niebla,

pero escuchaste el contorno de sus voces,

las líneas duras del metal

permanecieron a tu lado.

Te despertó una época

en que es difícil regresar a casa

hacia el norte por la carretera del Golfo.

Las noches, antes,

eran sólo eslabones viejos y oxidados,

lentos para abrirse al día.

Ahora te ha alcanzado lo real

y se ha encadenado a tu sueño

con argollas de voces,

acentos familiares

que ordenan descubrir rostros,

contestar preguntas y abandonar el viaje.

Uno tiene un solo sueño para resguardarse,

pero ahora vigilan los caminos.

Uno tiene un solo cuerpo

a donde regresar en la vigilia.

Un cuerpo oscuro y precario

parecido a otros miles

que han dado la cara, forzados,

al ruido blanco del monte.

Bajaron a dieciséis

para dejarlos muertos sobre su propia sombra:

lo supiste cuando en Tampico

escuchaste las noticias.

Nadia Escalante Andrade (1982)

Sopa de tortuga falsa

(y otras historias)

Edición de la autora,

Mérida, 2022.

Martes

Poesía de anticipación

Prólogo

Huidizas fugacidades son materia de estos poemas: instantes de una vivencia, relámpago que no logró su madurez. Inter-tiempos entre minutos. O duraciones leves. Por tanto, nada de peripecia. Si llega a haber una nueva (?), tomo de ella un mínimo. Me gustaría que cada poema fuera intemporal y desubicado.

Claro, así lo veo ahora. Mas estoy seguro que cuando escribí esto, no lo pensé, y por tanto, salió de mí como un suspiro, intempestivamente.

Estaba yo muy joven. Leyéndolos sufro la nostalgia de aquel tiempo, que aunque sin la miel de ahora, me era grata, y deseable, pues nunca tuve eso que llaman un sufrimiento.

Los poemas —si lo son— fueron escritos hace mas de cuarenta años.

Mi egreso del Seminario era reciente. Vivía la vida de amores, que ahora no tenían represiones. A pesar del internado, no dejé de tener la novia en que se presentía la que hoy es mi esposa. Tanto, que siento que los escribí a ella, o los hice por ella, presintiéndola en las anteriores, que apenas llegan a tres, tres amores que se sumaron, dando por total uno.

Publico esto porque me gusta: es toda una etapa de mi vida, que sigue siendo parte mía, que fue la expresión preparatoria de lo que he llegado a ser. Más que anticipar es la causa, aunque no produjo efecto sino que no sean el efecto mismo.

No me importa que a los demás no les gusten, que los encuentren románticos, o cosa peor, defectuosos. Voy a defenderme: poseen una milésima parte de romanticismo, según el concepto que de él se tiene. Mas ningún defecto, ya que es un ajuste justo entre lo que quise decir y lo que digo. Y todo lo que tenga esa cualidad es bueno. Estos poemas son buenos para mí, pues soy yo.

Arturo Rivas Sainz (1905-1985)

1. Distracción

Aprendí la lección

sobre tu mustio y flébil corazón:

tu imagen se enredaba

en la torda madeja

de las letras:

mi angustia se asomaba

a ti, por la maraña de la reja

de los negros reglones,

y la red de la página envolvía

el pez de mis furtivas impresiones

húmedo de tu gran melancolía.

Aprendí la leccion

de una certeza:

“la ilusión

tiene un alma,

la tristeza;

los libros una vida

ingrávida y extraña:

la que el lector lleva escondida

en la sangre hervorosa de su entraña”.

3. Humo

Las brumas de estos días

enturbian el encaje

de sus melancolías

—hoguera del paisaje—:

oteo bajo mi angustia

la mustia

llamarada

verde de la enramada,

y en mi pena se adumbra

el arrebol

del prado

que alumbra

un sol

colorado.

5. Raigambre

En mi hálito de amor se abren los brotes

y la fronda del alba cabellera,

y cuando el odio sopla

su alma negra,

mi corazón se tuerce en sus raíces;

pero la rosa en lozanía pervive,

íntegra, fría, serena,

aunque la racha crispe

mil dedos

en sus pétalos

de carne

en primavera.

¡Qué brillante corola de la risa!

¡qué tallo de cristal de la cadera!

¡qué lépido herbazal

de la cabeza!

Cuando sacude el vendaval

sus ramas,

me duele el alma entera.

10. Enamoramiento

Cuando el botón se abre

y su olor se penetra de mañana,

y el sol se hace de oro amapolado

en pólenes y pétalos de grana;

cuando el día se satura

del sabor de la dicha sin querella;

cuando todo se alegra

y todo es Ella;

cuando la hierba roja

es bucle de su pelo

y es sombra de sus ojos

el boscaje lumínico del cielo;

cuando los labios verdes

de la enramada convulsiva y loca

nos besan con los besos de Su boca

y Su mano

húmeda y fresca

se extiende, inmensamente,

al ras infinito, azul, del llano;

cuando resuena Su voz

en el silencio mágico

de un dios...

12. Close up

Y al arrojar los pétalos

de la estrujada rosa,

volaron de tus manos

mil palomas

ingrávidas

y rojas

y húmedas

y temblonas,

con alas

como hojas

escarlata

que parecieran plétora de plumas

pringadas de luciérnagas de grana.

Arturo Rivas Sainz (1905-1985)

Poesía de la poesía

Fondo de Cultura Económica

Universidad de Guadalajara

Guadalajara, 1998.

Miércoles

Versiones

La cortina

La cortina es como la serpiente de mar, y la penumbra de la estancia como el agua, densa en las cavernas del abismo.

Y la honda felpa, recia en sus pliegues de púrpura, es como su piel lustrosa, como su piel lustrosa y regia. Y su inmovilidad es como la quietud de la gran serpiente.

Y cuando la cortina se mueve apenas, es como la serpiente de mar, cuando desdeña la inquietud de las aguas, al paso de alguna otra bestia.

La cortina es la serpiente de mar, y la penumbra el agua del abismo.

El gallo

¿A quién saluda el gallo cuando en el alba canta, lejano?

A la hora de los pasos ligeros, en lo muerto de la noche, a quién saluda el gallo.

A quién saluda solo, en medio de toda la sombra que ha sido, a quién saluda el gallo.

Alegre, terco, lejano.

Los tiempos

El tiempo del Paraíso es el suave gotear del agua, cuando acaba de llover, entre las hojas del plátano.

El tiempo del Infierno es la humedad que encontramos debajo de las grandes piedras, manchando la mañana.

El tiempo del Paraíso es la transparencia del agua.

El tiempo del Infierno es la transparencia de un espejo.

Entre las sillas rotas

El mayor de los dioses cabe en la palma de tu mano.

Y debe hacerse lugar entre las sillas rotas, las viejas iluminaciones, los búhos de trapo, los vasos atónitos.

Muy suavemente debe hacerse lugar, por miedo a que, dormido como estás, no vayas a cerrar los dedos.

Cangrejos

Miles de cangrejos, torpes y repugnantemente livianos, van llenando el camino.

Miles de cangrejos, mudos y groseramente metálicos, agitándose como la demencia.

Miles de cangrejos, simples y espantosamente vivos, burlándose uniformes de la suerte.

Miles de cangrejos.

Versiones

La muerte es esa pequeña jarra, con flores pintadas a mano, que hay en todas las casas y que uno jamás se detiene a ver.

La muerte es ese pequeño animal que ha cruzado en el patio, y del que nos consuela la ilusión, sentida como un soplo, de que es sólo el gato de la casa, el gato de costumbre, el gato que ha cruzado y al que ya no volveremos a ver.

La muerte es ese amigo que aparece en las fotografías de la familia, discretamente a un lado, y al que nadie acertó nunca a reconocer.

La muerte, en fin, es esa mancha en el muro que una tarde hemos mirado, sin saberlo, con un poco de terror.

La Esfinge

Su trabajo era el de vigilar el jardín todo el año. Tenía los ojos azules el viejo; el cuerpo frágil, el pelo sencillo.

Por la mañana cortaba la hierba con la máquina. El rumor de la máquina y el aroma de las hierbas entraban en los cuartos vacíos, en la sala y en los confusos corredores.

A veces se estaba largo rato inmóvil en un sitio cualquiera, apoyado en el rastrillo. Conoció todas las regiones del jardín sombrío, y supo que doblar el recodo de un seto puede ser el viaje más lejano.

Las lluvias y la luna rodaron sobre sus hombros lo mismo que los años frágiles. La ruina de los altos pinos y la muerte de las pocas vicarias apenas lograron rozar su indiferencia.

El vivía en el jardín como la Esfinge. Estaba en el jardín, sencillamente.

El espejo

El espejo de óvalo limpio contempla un solo movimiento que hace la rama del álamo, cuando a veces golpea en los cristales.

Todo lo demás: el rojo de las cortinas, la mesa y el hombre, hace posible al espejo en su contemplación de la sombra levísima.

A veces esto se interrumpe, y sopla un poco de pavor por la estancia, cuando el espejo mira.

Geografía

Al norte espadas y al este oros, y al sur bastos y al poniente copas.

Y en el centro, ¿qué hay?

Nadie lo supo nunca.

Nadie.

Nunca.

El As de Copas

De puntillas daba uno vueltas al As de Copas, comido por la curiosidad de lo que hay dentro.

Cierto, cierto que es la mayor de todas las copas del mun-do. Cierto, cierto.

Las ayas con sus grandes faldas redondas venían corriendo a buscarnos —las siete señoras ayas con sus grandes faldas redondas, azules.

Porque aquél era el sitio más peligroso del jardín y la Gran Copa tiene aire de haber sido tapada para siempre.

Uno le daba vueltas y vueltas entre el piar de los pequeños oros vespertinos, comido por la curiosidad, pero alegrándose, en el fondo, de que las ayas llegasen a tiempo.

Razón de Estado

De Inglaterra ha venido la Reina Viuda de Tréboles. La escoltan diez austeros hombres de armas.

Su esposo el Rey pereció combatiendo con los rudos diamantes del Norte, y ahora viene a casarse con nuestro Rey de Copas.

Pero el Rey no ha salido aún a recibirla. Está absorto mirándose en el pozo.

Le han contado que la Reina tiene dos caras.

Y que no se la ha visto sonreír con ninguna.

Al fin del juego

Al fin del juego se barajan las cartas, y el que iba tranquilo delante, ¿adónde irá a parar?

A dónde el rey y a dónde el caballero y los demás a dónde.

Aire y tierra y fuego y agua: fe y barajar.

La casa del pan

"Entra en la nave blanca: mira la mesa donde está la harina —la harina blanca.

"Fuera del pueblo, apenas tuerce el camino a la intemperie, allí está la casa del pan —la nave blanca.

"Donde un negro de sonrisa vaga saca del horno las palas con el pan crujiente. Saca del horno inmenso, quieto, las palas con el pan crujiente.

"¿Desde cuándo estás tú aquí —se le pregunta—, desde cuándo estás entre la harina?

"Responde con veloces zumbas: desde las ceremonias y las máscaras, desde el velamen y las fugas, desde las candelillas y las máquinas, desde los circos y las flautas.

"Desde que se encendió el fuego en el horno."

Eliseo Diego (1920-1994)

La sed de lo perdido. Antología.

Ediciones del Equilibrista, México, 1993.

Jueves

No sabía lo que buscaba,

lo supe cuando me encontraste.

Ahmo nicmatiaya tlein nictemohuaya

ynic tinechacic in noconmatic.

Me miras

y despierto.

No hay vuelta atrás,

aquella que dormía ha muerto.

Tinechitztoc

huan nihza

ayic yn nimoquepaz

neaquin cochtoya y’omic.

Tú, que eres el pan del hombre,

que iluminas los párpados marchitos

y despiertas a los cuerpos

                           de su sueño de piedra,

vienes a mí para bañarte en mis aguas,

vienes a mi cuerpo desnudo

                            para vestirte de luz.

Tehhuatl yn titopantzi

'n tictlahuilia toixcuatol ye cuitlahuic

'n tiquin-ixitia tetemiquilpa' yn

                                    tenacayomeh,

nonahuac timaltiti yn toätica

ic nixipetztic í nimitztlahuilquentía.

me hizo florecer (...)

infinidad de veces.

Eres la semilla que me hace florecer,

la antorcha que enciende mi vientre

e incendia mi corazón.

huel miacpa

yn nexxochiotic.

Huel teh ín xinachtli nexxochiotia

ín noxilan noyolouh

quinxotlatía ocotl.

Abro mi pecho para que siembres un bosque;

abro mis manos,

repletas de plegarias, para que florezcan en tu luz.

Abres en mi columna un sendero

de nuevos frutos.

Nimoeltlapohua

ic huel ticuauhtöcaz

nictlapohua yn nomai

tlatlauhtililtemic

ic yeh motlahuilpan huel moxochiyohuaz.

        Tictlapohua nocuitlapan

yancuihtlaaquillohtzin.

Sostén mi corazón entre tus piernas,

en la tibieza de tus muslos,

contenlo en la vasija

donde gestas mi mundo.

Xictlatlalía noyolouh mocuexanco

mometztotoncayopan

xicpia iihtic comitl itechpa

nocemanahuah quiza.

Eres el océano

en que mi piel deviene puerta y llave.

Soy la tierra fértil

donde crece el árbol de tu palabra.

Teh tihueyatl

ípan yn tlatzacuilti tlatlapohualonti noehuayo

Neh nicualtlalli

ypan mochihua mocuauh, motlatoltzin

Madre y amante,

preñada de ti,

de tu luz primigenia.

Nitênan, nitëmecauh

moxinach noihtic-yia

ín yeh moachtotlahuil.

Entras en mí

como en un mar sin puertas,

dispuesto a nadar en el vacío.

Ticalaqui noihtic

ca nihueyatl tlatlapohual

Neh niahcuiz ahmotleiyan.

Tu silencio es la piedra que habito,

tu cuerpo el lecho de mi cuerpo.

Tetl motlamatcayeyan yn nichanti

noceuyan monacayo.

Despierto en tus manos

vestida de sol,

los pies volando.

Nihza momac

nitonalquentoc

patlanih nomezhuan.

Asciendes dulcemente

la piel del cielo.

Mi espalda es tu escalera.

Tiyamancatleco

ilhuicaehuayohpan:

mitzpalehuia nopanco.

Yo soy el amor que fluye como un río,

voz de agua que atraviesa el tiempo.

Neh nitetlazohtlaliz: ín niaatli zoloni

aatlahtol quinalpanohuia cahu'hpantli.

Katalina Ramírez

Yo soy el amor

Neh ni’tlazohtlaliz

Cariátide Editorial / La Tinta del Silencio

México, 2022.

Viernes

Escribir

Escribir como si no hubiera más remedio.

Escribir aunque sea un poco,

donde sea, cuando sea, como sea,

como si te estuvieras desangrando,

como si de veras te doliera,

como si se te fuera la vida,

como respirar un aire enrarecido,

como si fuera lo único importante.

Escribir aunque a nadie le importe.

Escribir como se arregla un jardín,

como les crecen ramas a los árboles,

como cae la lluvia sobre las flores,

como se escurre el agua entre la tierra yerma,

como el susurro de la madrugada,

como el rugido de un huracán.

Escribir como la brisa.

Escribir como la indecisión de la marea.

Escribir como un rinoceronte enamorado,

como el vaivén de unas caderas,

como el delgado tirante de un sostén.

Escribir en la noche sobre la noche.

Escribir sobre tu cuerpo.

Escribir al final de tu espalda

Escribir sobre tu ausencia.

Escribir como el llanto de un niño.

como un duelo de esgrima,

como un concierto de helicópteros,

como el tintineo de copas infinitas,

como una ráfaga de metralleta.

Escribir como una bomba atómica.

Escribir por escribir.

Escribir como nadie.

Guillermo Vega Zaragoza (1967)

Razón de las palabras

dice Paul Valery

que el primer verso l

o facilitan los dioses

los demás los hace el poeta

otros dicen

                           ellos también han de saber

que los poemas vienen solos

sin forzarlos

quién sabe de dónde vienen

aparecen de pronto

sin más razón que las palabras

sé que

las palabras

han sido siempre

rondan por algún lugar

esperando que alguien las convoque

como en un sopor

en un trance

los sentidos se disminuyen

atravesando la línea del sueño

donde todo existe al mismo tiempo

porque no existe el tiempo

poetas sonámbulos

sueñan eternamente

en una tierra

de ciudadanos muertos

Guillermo Vega Zaragoza (1967)

Zoología poética

Before I sink

into the big sleep, I want to bear

the scream of the butterfly

James Douglas Morrison

Esto es lo que entiendo:

Para ser poeta

tienes que convertirte en un animal,

adoptarlo como tema,

sin importar que sea el más deleznable,

el más traicionero, el más termble,

el más salvaje, el más ponzoñoso,

el más desgraciado, el más ingrato,

el más amargo.

Conozco tantos poetas como animales.

Un cocodrilo, un tigre,

una zorra, una pantera,

un maxmordón

(no es un animal, pero como si lo fuera).

O puedes ser un dinosaurio,

una cebra o una llaga

(llaga dije, no llama, pendejos),

un animal con el costado herido.

Pero yo escojo ser el más ruin de todos,

del que todos huyen,

al que todos temen,

del que nadie habla,

el que al final se queda siempre solo.

Guillermo Vega Zaragoza (1967)

Te hablo del poeta

Escribir es alegre.

Uno puede escribir

alegremente que se va a suicidar.

Georges Perros

Voy a hablarte de un hombre

pero no de ése que escribe

con caligrafía palmer

y sueña a ser montaña

para tratar de conquistarte.

Te hablo de alguien

al que no le basta soñar

con ser montaña.

Él es la montaña.

Te hablo del poeta,

un ladrón, un forajido,

que sin vergüenza hurga en tus secretos.

Te hablo del poeta

que no renuncia a tu cuerpo,

al que le tiemblan las manos

cuando traza la agonía de tu perfil,

que muerde y ya no suelta

cuando lo tientas,

que se arrastra para lanzarse

desde el precipicio de tus senos,

el que más que tu esencia

desea la fragancia de tu centro,

que te sostiene la mirada

y puede morir bajo el peso de tus párpados,

el que blasfema y maldice

y al final se quedará siempre solo,

el que traicionaría a Dios

para descifrar el misterio rosado

al final de tu espalda.

El que recuerda todo

porque lo sabe todo.

El que no dibuja con luz

pues él es la luz.

El que no cree en señales

ni cambia tu nombre en la primera cita,

el que te conoce desde el principio

porque él ya era antes de ti.

El que hurta

y arranca vidas sin remordimientos,

el que habita en la soledad de tu cuaderno.

Te hablo del poeta,

el hombre con hambre de nombre,

el ser más desgraciado,

que medra, se arrastra,

traiciona y se agazapa.

El que no tiene amigos

ni te tiene a ti.

el que sólo tiene palabras

para sobrevivir,

aunque las palabras no sirvan de nada.

Guillermo Vega Zaragoza (1967)

Poemas para ablandar a las rocas

Tercera edición, segunda fuera de comercio.

Ciudad de México, 2019.

Sábado

Cartografía para cantar

mi cuerpo

1

Alguien llama a la puerta

y la brisa hiere los escombros,

el recuerdo se hunde

hasta tocar

mis huesos

que van formando un muro,

una ventana

y estas hojas batientes

que estremecen,

resuenan

 --Soy yo.

No dejes que la intemperie nos consuma.

2

Debí soltar amarras.

Navegar es el camino opuesto a mis tribulaciones:

el mar, la corriente sinfín del precipicio.

En cambio,

decidí andar la tierra,

su certeza vacía,

el espejo sin fondo que devuelve el mareo

de transitar la solidez:

la noche que me oprime:

la fugaz huella que abolla los destinos.

3

Hoy solo quiero recordar las espinas que ataron a mi cuello, el yodo que inflama las luciérnagas de mi voz mientras desciende, enciende, corta el flujo del aire por la tráquea. Y así, al resonar la nota radioactiva, tambien compuso misica pata cantar las glándulas, para marcar en mi costado una rosa de los vientos endeble, un mapa infiel del infinito: células desfiguradas que se quedan ahí sin estar vivas. Veo el camino que se pierde escapando de su nombre y su ruta. El polvo inventa la magia de la incertidumbre en el manso cabello de la tarde.

4

Quemaron la tiroides que era una mariposa. Sus cenizas son púrpuras como el vuelo de un cardenal, como un edificio rojo echado bajo el sol, junto a la playa. Entonces vive una casa nuca adentro, con jardines y techo de dos aguas: la del mar y la que vierte la lluvia hasta mis manos.

5

Un perro es la matriz.

Un animal que echaron a la calle.

No espera la caricia del dueño,

avanza como si tuviera un camino evidente,

pero dobla las esquinas en un plano sin luz

                                             que sólo traza los vacíos.

Ladra para recuperar su condición de útero.

Solo, hambriento de calor,

lame algunas heridas.

La ausencia crece en él como una púa.

6

Quiero decir pulmones y surge una bocanada de árboles y frutos.

Un bronquio es un zaguán abierto a los suspiros,

lo llevo hasta la boca y paladeo tubérculos sembrados en la lluvia.

Cuando hay tormenta, el sabor de las vísceras es un manjar

que se abre como un ramo de claveles.

Prueba todo, respira,

haz de un pulmón el arca para guardar amaneceres

y del otro haz de luz,

haz la luz

en esa cavidad suave y bien entonada.

Canta

a todo pulmón enorme y vigoroso.

Abre la boca y deja que haga de tu cuerpo un oasis,

saca brillo a los lóbulos

y sujeta este hálito

porque hoy lo único que quiero

es salir a correr hasta empapar con aire mi cabeza.

7

Dejaron una glándula muerta dentro de un cuerpo vivo.

La sospecho pequeña y de contornos suaves,

con nódulos diminutos en sus dedos.

La puedo percibir garganta atrás,

Alfondo de los acantilados de la lengua

Y en sus bordes escribo algunas frases.

No sé cómo decir que guardo esos átomos sintéticos,

--resumidos por radioactividad—

Justo en el sitio donde supongo

que nacen las palabras.

8

Para eso son las puertas,

sirven para contar el tiempo en abandonos

y asomar la neblina del corazón hacia la luz del alba.

Acaricio las incisiones que he grabado en su cuerpo.

Una ausencia, dos, tres,

una cuenta desgarrada e inútil:

el golpe de voz grave que siempre me despierta

 y despoja los sueños.

--¿Quién es?

Yanira García (1966)

Brújula para extraviarse.

Camelot América, 2019.

Domingo

Palabra de corrector

Señor:

Bendice a los redactores improvisados,

bendice también los dedos de las tipógrafas

que bailan sobre las teclas;

bendice, especialmente, a los escritores sin ortografía,

porque gracias a ellos existimos los correctores.

Señor, hiciste un mundo apresurado.

Ninguna obra maestra, debes saberlo,

se escribe en siete días.

Por si decides corregir tu creación

te dejo mi tarjeta.

Los dos mecenas

Eres generoso, Mecenas, con los aduladores.

Pavo real, no ostentes el pecho;

ese rico plumaje no es tuyo.

Las dietas que repartes no saltan de tu bolsa

sino de mis impuestos

que te asignan un salario a la altura de tus caprichos.

Eres mecenas de otros; yo soy el tuyo,

Mal de amor

No me importa el contagio del herpes

ni de otros daños incurables.

Es el riesgo del deseo, es su mandato:

beber en tu taza es, acaso, mi única oportunidad

de poner mis labios sobre los tuyos.

La cierva

Soñé que el ciervo ileso pedía perdón

al cazador frustrado.

NEMEN IBN EL BARUD

De pronto tú

          recostada en un claro del bosque

manjar sereno

                    ¿Intacto?

Tensé el arco

y disparé

         sobre ti

rápidas palabras

red para cazar lo inasible.

Pero ninguna letra

                            fue salpicada por tu sangre:

entre un adjetivo y otro

                                    saltaste

más veloz que la luz de la flecha.

Una vez más

                     mi palabra no alcanzó a la Poesía.

Ilesa,

sobre la rama de un árbol

pero con lágrimas en los ojos,

me suplicas:

"Inténtalo de nuevo,

inténtalo de nuevo".

Tentaciones de San Héctor

Señor:

He pecado.

La culpa la tiene Santa Dionisia,

la secretaria de mi devoción,

quien día a día

                      me exhibía sus piernas

—la más fina cristalería—

tras la vitrina de seda.

                      Pero cierta vez.

Santa Dionisia llegó sin medias,

dejando el vivo cristal al alcance de la mano.

Entonces las niñas de mis ojos

—desobedeciendo la ley divina—

tomaron una copa,

quedando ebrias en el acto.

¡Qué ardor sentí al beber

con la mirada

el vino de esas piernas!

Por eso, Señor,

no merezco tu paraíso.

Castígame; ordena que me ahogue

en el fondo de una copa.

La comezón del séptimo año

[Tentaciones en el cine]

Señor:

devuélveme la luz

                                    a cualquier precio.

Mira:

una noche

descendi

a la noche de un cine.

La imagen que allí se apareció

era más bella

que la virgen:

irradiaba tanta luz

que causó la envidia de la copa

                                             —su vestido.

Dos gardenias (sentadas junto a mí) se marchitaron.

¿Por qué los pies brillaban más

que el charol de los zapatos?

Los subtítulos decían:

Si roca de cristal no es de Neptuno,

Pavón de Venus es, cisne de Juno.

Pero aunque el ángel era custodiado

por arcángel de saco y sombrero,

el Diablo —disfrazado de viento—

metió sus dedos

                         debajo de la falda

que luego levantó

para mostrarnos

                        el incendio

                                        del templo.

Tanto ardían las desnudas columnas

que el pequeño cardenal

que siempre me acompaña

se puso aún más rojo

a noticia de todosllegó que era el Día del Juicio, fue a ver cómo los lujuriosos no querían que los hallasen sus ojos, por no llevar al Tribunal contra sí…

y yo a gatas buscaba, enyre carcajadas y aplausos,

                                                                         la salida del infierno.

Héctor Carreto (1953-2024)

Antología general de la poesía mexicana.

Poesía del México actual.

De la segunda mitad del siglo XX

a nuestros días.

Selección, prólogo y notas

de Juan Domingo Argüelles.

Océano, México, 2014.


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