Lunes
Criptografía
La parábola de la arena y la roca
me obsesionó durante años.
Aunque la roca se me deshizo como arena,
construí la casa.
Recibí una y otra vez a mis tormentas
y también al lobo
que soplaba cada vez más fuerte:
la casa terminó por derrumbarse.
Le recé a la arena,
le recé a la roca,
le recé a los códigos binarios y las dicotomías.
Le recé a la parábola para que ya no existiera,
pero siguió enviándome notas por correo,
requerimientos con logotipos oficiales.
Me fui al campo,
pero las hormigas devoraron las letras de mis libros;
me mudé a una ciudad muy grande,
pero no encontré ningún espacio no indexado
y la parábola acechaba en todas partes.
Fui a una isla en medio del océano,
sobre las rocas de madrépora que brillan en la noche,
pero una compañía petrolera
decidió excavar un pozo en medio de mi sala.
Al fin, vine al desierto
Para perderme entre las dunas.
Si aquí todo es arena
para qué buscar la roca,
para qué el mar
si aquí todo es inmenso.
Los espejismos edifican ciudades en alta definición.
Ahora bailo mientras cruzo mi reino de arena
que resiste en la tempestad de sus fragmentos.
Nadia Escalante Andrade (1982)
Un poema lumpenburgués
Me invitó un sándwich de verduras
con mozzarella y mayonesa, y envuelto
en una servilleta de papel reciclado.
Tumbadas en la hamaca,
me contaba que la habían despedido:
era community manager
de un centro budista.
"Creo que hice las cosas a su tiempo,
con cuidado; me gustaba.
Pero el director pidió
que le escribiera un discurso
y lo armé con esas fórmulas que usan:
La felicidad no es algo que sucede
a tu alrededor. Pasa dentro de ti,
'Sólo el amor disipa el odio,
'Somos lo que pensamos.
Si me preguntas, eso fue lo que aprendí,
pero él sentenció:
'Es una cadena de memes
unidos entre sí por tu ignorancia.
Respondí:
*Cuando las palabras del otro
producen ira y agresión
es porque reflejamos en ellas
nuestra propia oscuridad',
leí eso en algún sitio.
Me ordenaron que me fuera al otro día."
Lila es pelirroja y sonriente,
hoyuelos en las mejillas.
Dijo también que todo
nos queda cerca, y que no
me preocupara
por no haber viajado tanto.
"¿Sabes que en dieciocho horas
llegas a Punta del Este,
haciendo escala en Santiago?
¿Y en cinco horas,
a San Francisco, California?
Si lo piensas es fácil en el tiempo y el espacio".
Lila huele siempre a jabón,
de esos orgánicos que usa,
sobre todo a cítricos y verbena.
"Oye, Lila, ¿y si pido tu trabajo?
Necesito pagar deudas y karma,
puedo vender mi ingenio
a esos budistas. Me iluminaré
cada vez que necesiten un eslogan.
Además, mucha gente se dedica
a atribuir frases al Buda
y hay de dónde escoger:
Pasa el tiempo y ahora creo que
el vacío es un lugar normal.
Puedo hacer tiras de branding
como ese rosario de sándalo
que traes en el cuello, ¿sabes?"
Lila sonríe y me aconseja
que mejor adopte un perro.
Comemos papas con orégano
y mecemos. El sol me dora la cara
y la Lila perfecciona sus pecas.
"Yo adopté una perrita el mes pasado,
pero no tiene nombre.
La llevaba al trabajo
y dormía junto a mis piernas",
"Podrías llamarla Verbena",
opino, y pienso en que si yo oliera
al jabón de Lila, tal vez la perrita
me tendría confianza.
"Una maestra me confesó un día:
'El budismo es ya una práctica corporativa,
sólo así puedes aguantar doce horas diarias
en una oficina climatizada de mierda
con paredes blancas
y una alfombra plagada de alérgenos.'
Pensé que si
y era peor si no te dabas cuenta.
Awareness, Mindfulness, Metta:
SWOT Analysis, Six Forces Model.
Conocí también reincidentes,
me decían 'quiero ser budista de nuevo,
la maestra solía cuestionarlos
pero también la despidieron."
Bajamos a la playa,
Lila escribió sobre la arena:
La felicidad no es algo que sucede a tu alrededor. Pasa dentro de ti.
Sólo el amor disipa el odio.
Somos lo que pensamos.
Nadamos hasta que la brisa
se hizo viento,
pensé que Lila
ya no olería a verbena, sino a sal
y humedad, al sargazo esporádico
de las brazadas. "Mira, ven —llama Lila—,
la marea subió y borró la mitad.
Ahora dice:
La felicidad no es algo que sucede/
Sólo el amor/
Somos.
Nadia Escalante Andrade (1982).
Aurora
Los escuchaste mientras dormías,
en la carretera hacia Tampico.
Detuvieron el autobús de madrugada,
lo desviaron de su ruta;
no creíste en la premonición
que en el sueño a veces amenaza.
El ruido blanco del monte
y los somníferos que tomaste para el viaje
los ocultaron en la niebla,
pero escuchaste el contorno de sus voces,
las líneas duras del metal
permanecieron a tu lado.
Te despertó una época
en que es difícil regresar a casa
hacia el norte por la carretera del Golfo.
Las noches, antes,
eran sólo eslabones viejos y oxidados,
lentos para abrirse al día.
Ahora te ha alcanzado lo real
y se ha encadenado a tu sueño
con argollas de voces,
acentos familiares
que ordenan descubrir rostros,
contestar preguntas y abandonar el viaje.
Uno tiene un solo sueño para resguardarse,
pero ahora vigilan los caminos.
Uno tiene un solo cuerpo
a donde regresar en la vigilia.
Un cuerpo oscuro y precario
parecido a otros miles
que han dado la cara, forzados,
al ruido blanco del monte.
Bajaron a dieciséis
para dejarlos muertos sobre su propia sombra:
lo supiste cuando en Tampico
escuchaste las noticias.
Nadia Escalante Andrade (1982)
Sopa de tortuga falsa
(y otras historias)
Edición de la autora,
Mérida, 2022.
Martes
Poesía de anticipación
Prólogo
Huidizas fugacidades son materia de estos poemas: instantes de una vivencia, relámpago que no logró su madurez. Inter-tiempos entre minutos. O duraciones leves. Por tanto, nada de peripecia. Si llega a haber una nueva (?), tomo de ella un mínimo. Me gustaría que cada poema fuera intemporal y desubicado.
Claro, así lo veo ahora. Mas estoy seguro que cuando escribí esto, no lo pensé, y por tanto, salió de mí como un suspiro, intempestivamente.
Estaba yo muy joven. Leyéndolos sufro la nostalgia de aquel tiempo, que aunque sin la miel de ahora, me era grata, y deseable, pues nunca tuve eso que llaman un sufrimiento.
Los poemas —si lo son— fueron escritos hace mas de cuarenta años.
Mi egreso del Seminario era reciente. Vivía la vida de amores, que ahora no tenían represiones. A pesar del internado, no dejé de tener la novia en que se presentía la que hoy es mi esposa. Tanto, que siento que los escribí a ella, o los hice por ella, presintiéndola en las anteriores, que apenas llegan a tres, tres amores que se sumaron, dando por total uno.
Publico esto porque me gusta: es toda una etapa de mi vida, que sigue siendo parte mía, que fue la expresión preparatoria de lo que he llegado a ser. Más que anticipar es la causa, aunque no produjo efecto sino que no sean el efecto mismo.
No me importa que a los demás no les gusten, que los encuentren románticos, o cosa peor, defectuosos. Voy a defenderme: poseen una milésima parte de romanticismo, según el concepto que de él se tiene. Mas ningún defecto, ya que es un ajuste justo entre lo que quise decir y lo que digo. Y todo lo que tenga esa cualidad es bueno. Estos poemas son buenos para mí, pues soy yo.
Arturo Rivas Sainz (1905-1985)
1. Distracción
Aprendí la lección
sobre tu mustio y flébil corazón:
tu imagen se enredaba
en la torda madeja
de las letras:
mi angustia se asomaba
a ti, por la maraña de la reja
de los negros reglones,
y la red de la página envolvía
el pez de mis furtivas impresiones
húmedo de tu gran melancolía.
Aprendí la leccion
de una certeza:
“la ilusión
tiene un alma,
la tristeza;
los libros una vida
ingrávida y extraña:
la que el lector lleva escondida
en la sangre hervorosa de su entraña”.
3. Humo
Las brumas de estos días
enturbian el encaje
de sus melancolías
—hoguera del paisaje—:
oteo bajo mi angustia
la mustia
llamarada
verde de la enramada,
y en mi pena se adumbra
el arrebol
del prado
que alumbra
un sol
colorado.
5. Raigambre
En mi hálito de amor se abren los brotes
y la fronda del alba cabellera,
y cuando el odio sopla
su alma negra,
mi corazón se tuerce en sus raíces;
pero la rosa en lozanía pervive,
íntegra, fría, serena,
aunque la racha crispe
mil dedos
en sus pétalos
de carne
en primavera.
¡Qué brillante corola de la risa!
¡qué tallo de cristal de la cadera!
¡qué lépido herbazal
de la cabeza!
Cuando sacude el vendaval
sus ramas,
me duele el alma entera.
10. Enamoramiento
Cuando el botón se abre
y su olor se penetra de mañana,
y el sol se hace de oro amapolado
en pólenes y pétalos de grana;
cuando el día se satura
del sabor de la dicha sin querella;
cuando todo se alegra
y todo es Ella;
cuando la hierba roja
es bucle de su pelo
y es sombra de sus ojos
el boscaje lumínico del cielo;
cuando los labios verdes
de la enramada convulsiva y loca
nos besan con los besos de Su boca
y Su mano
húmeda y fresca
se extiende, inmensamente,
al ras infinito, azul, del llano;
cuando resuena Su voz
en el silencio mágico
de un dios...
12. Close up
Y al arrojar los pétalos
de la estrujada rosa,
volaron de tus manos
mil palomas
ingrávidas
y rojas
y húmedas
y temblonas,
con alas
como hojas
escarlata
que parecieran plétora de plumas
pringadas de luciérnagas de grana.
Arturo Rivas Sainz (1905-1985)
Poesía de la poesía
Fondo de Cultura Económica
Universidad de Guadalajara
Guadalajara, 1998.
Miércoles
Versiones
La cortina
La cortina es como la serpiente de mar, y la penumbra de la estancia como el agua, densa en las cavernas del abismo.
Y la honda felpa, recia en sus pliegues de púrpura, es como su piel lustrosa, como su piel lustrosa y regia. Y su inmovilidad es como la quietud de la gran serpiente.
Y cuando la cortina se mueve apenas, es como la serpiente de mar, cuando desdeña la inquietud de las aguas, al paso de alguna otra bestia.
La cortina es la serpiente de mar, y la penumbra el agua del abismo.
El gallo
¿A quién saluda el gallo cuando en el alba canta, lejano?
A la hora de los pasos ligeros, en lo muerto de la noche, a quién saluda el gallo.
A quién saluda solo, en medio de toda la sombra que ha sido, a quién saluda el gallo.
Alegre, terco, lejano.
Los tiempos
El tiempo del Paraíso es el suave gotear del agua, cuando acaba de llover, entre las hojas del plátano.
El tiempo del Infierno es la humedad que encontramos debajo de las grandes piedras, manchando la mañana.
El tiempo del Paraíso es la transparencia del agua.
El tiempo del Infierno es la transparencia de un espejo.
Entre las sillas rotas
El mayor de los dioses cabe en la palma de tu mano.
Y debe hacerse lugar entre las sillas rotas, las viejas iluminaciones, los búhos de trapo, los vasos atónitos.
Muy suavemente debe hacerse lugar, por miedo a que, dormido como estás, no vayas a cerrar los dedos.
Cangrejos
Miles de cangrejos, torpes y repugnantemente livianos, van llenando el camino.
Miles de cangrejos, mudos y groseramente metálicos, agitándose como la demencia.
Miles de cangrejos, simples y espantosamente vivos, burlándose uniformes de la suerte.
Miles de cangrejos.
Versiones
La muerte es esa pequeña jarra, con flores pintadas a mano, que hay en todas las casas y que uno jamás se detiene a ver.
La muerte es ese pequeño animal que ha cruzado en el patio, y del que nos consuela la ilusión, sentida como un soplo, de que es sólo el gato de la casa, el gato de costumbre, el gato que ha cruzado y al que ya no volveremos a ver.
La muerte es ese amigo que aparece en las fotografías de la familia, discretamente a un lado, y al que nadie acertó nunca a reconocer.
La muerte, en fin, es esa mancha en el muro que una tarde hemos mirado, sin saberlo, con un poco de terror.
La Esfinge
Su trabajo era el de vigilar el jardín todo el año. Tenía los ojos azules el viejo; el cuerpo frágil, el pelo sencillo.
Por la mañana cortaba la hierba con la máquina. El rumor de la máquina y el aroma de las hierbas entraban en los cuartos vacíos, en la sala y en los confusos corredores.
A veces se estaba largo rato inmóvil en un sitio cualquiera, apoyado en el rastrillo. Conoció todas las regiones del jardín sombrío, y supo que doblar el recodo de un seto puede ser el viaje más lejano.
Las lluvias y la luna rodaron sobre sus hombros lo mismo que los años frágiles. La ruina de los altos pinos y la muerte de las pocas vicarias apenas lograron rozar su indiferencia.
El vivía en el jardín como la Esfinge. Estaba en el jardín, sencillamente.
El espejo
El espejo de óvalo limpio contempla un solo movimiento que hace la rama del álamo, cuando a veces golpea en los cristales.
Todo lo demás: el rojo de las cortinas, la mesa y el hombre, hace posible al espejo en su contemplación de la sombra levísima.
A veces esto se interrumpe, y sopla un poco de pavor por la estancia, cuando el espejo mira.
Geografía
Al norte espadas y al este oros, y al sur bastos y al poniente copas.
Y en el centro, ¿qué hay?
Nadie lo supo nunca.
Nadie.
Nunca.
El As de Copas
De puntillas daba uno vueltas al As de Copas, comido por la curiosidad de lo que hay dentro.
Cierto, cierto que es la mayor de todas las copas del mun-do. Cierto, cierto.
Las ayas con sus grandes faldas redondas venían corriendo a buscarnos —las siete señoras ayas con sus grandes faldas redondas, azules.
Porque aquél era el sitio más peligroso del jardín y la Gran Copa tiene aire de haber sido tapada para siempre.
Uno le daba vueltas y vueltas entre el piar de los pequeños oros vespertinos, comido por la curiosidad, pero alegrándose, en el fondo, de que las ayas llegasen a tiempo.
Razón de Estado
De Inglaterra ha venido la Reina Viuda de Tréboles. La escoltan diez austeros hombres de armas.
Su esposo el Rey pereció combatiendo con los rudos diamantes del Norte, y ahora viene a casarse con nuestro Rey de Copas.
Pero el Rey no ha salido aún a recibirla. Está absorto mirándose en el pozo.
Le han contado que la Reina tiene dos caras.
Y que no se la ha visto sonreír con ninguna.
Al fin del juego
Al fin del juego se barajan las cartas, y el que iba tranquilo delante, ¿adónde irá a parar?
A dónde el rey y a dónde el caballero y los demás a dónde.
Aire y tierra y fuego y agua: fe y barajar.
La casa del pan
"Entra en la nave blanca: mira la mesa donde está la harina —la harina blanca.
"Fuera del pueblo, apenas tuerce el camino a la intemperie, allí está la casa del pan —la nave blanca.
"Donde un negro de sonrisa vaga saca del horno las palas con el pan crujiente. Saca del horno inmenso, quieto, las palas con el pan crujiente.
"¿Desde cuándo estás tú aquí —se le pregunta—, desde cuándo estás entre la harina?
"Responde con veloces zumbas: desde las ceremonias y las máscaras, desde el velamen y las fugas, desde las candelillas y las máquinas, desde los circos y las flautas.
"Desde que se encendió el fuego en el horno."
Eliseo Diego (1920-1994)
La sed de lo perdido. Antología.
Ediciones del Equilibrista, México, 1993.
Jueves
No sabía lo que buscaba,
lo supe cuando me encontraste.
Ahmo nicmatiaya tlein nictemohuaya
ynic tinechacic in noconmatic.
Me miras
y despierto.
No hay vuelta atrás,
aquella que dormía ha muerto.
Tinechitztoc
huan nihza
ayic yn nimoquepaz
neaquin cochtoya y’omic.
Tú, que eres el pan del hombre,
que iluminas los párpados marchitos
y despiertas a los cuerpos
de su sueño de piedra,
vienes a mí para bañarte en mis aguas,
vienes a mi cuerpo desnudo
para vestirte de luz.
Tehhuatl yn titopantzi
'n tictlahuilia toixcuatol ye cuitlahuic
'n tiquin-ixitia tetemiquilpa' yn
tenacayomeh,
nonahuac timaltiti yn toätica
ic nixipetztic í nimitztlahuilquentía.
me hizo florecer (...)
infinidad de veces.
Eres la semilla que me hace florecer,
la antorcha que enciende mi vientre
e incendia mi corazón.
huel miacpa
yn nexxochiotic.
Huel teh ín xinachtli nexxochiotia
ín noxilan noyolouh
quinxotlatía ocotl.
Abro mi pecho para que siembres un bosque;
abro mis manos,
repletas de plegarias, para que florezcan en tu luz.
Abres en mi columna un sendero
de nuevos frutos.
Nimoeltlapohua
ic huel ticuauhtöcaz
nictlapohua yn nomai
tlatlauhtililtemic
ic yeh motlahuilpan huel moxochiyohuaz.
Tictlapohua nocuitlapan
yancuihtlaaquillohtzin.
Sostén mi corazón entre tus piernas,
en la tibieza de tus muslos,
contenlo en la vasija
donde gestas mi mundo.
Xictlatlalía noyolouh mocuexanco
mometztotoncayopan
xicpia iihtic comitl itechpa
nocemanahuah quiza.
Eres el océano
en que mi piel deviene puerta y llave.
Soy la tierra fértil
donde crece el árbol de tu palabra.
Teh tihueyatl
ípan yn tlatzacuilti tlatlapohualonti noehuayo
Neh nicualtlalli
ypan mochihua mocuauh, motlatoltzin
Madre y amante,
preñada de ti,
de tu luz primigenia.
Nitênan, nitëmecauh
moxinach noihtic-yia
ín yeh moachtotlahuil.
Entras en mí
como en un mar sin puertas,
dispuesto a nadar en el vacío.
Ticalaqui noihtic
ca nihueyatl tlatlapohual
Neh niahcuiz ahmotleiyan.
Tu silencio es la piedra que habito,
tu cuerpo el lecho de mi cuerpo.
Tetl motlamatcayeyan yn nichanti
noceuyan monacayo.
Despierto en tus manos
vestida de sol,
los pies volando.
Nihza momac
nitonalquentoc
patlanih nomezhuan.
Asciendes dulcemente
la piel del cielo.
Mi espalda es tu escalera.
Tiyamancatleco
ilhuicaehuayohpan:
mitzpalehuia nopanco.
Yo soy el amor que fluye como un río,
voz de agua que atraviesa el tiempo.
Neh nitetlazohtlaliz: ín niaatli zoloni
aatlahtol quinalpanohuia cahu'hpantli.
Katalina Ramírez
Yo soy el amor
Neh ni’tlazohtlaliz
Cariátide Editorial / La Tinta del Silencio
México, 2022.
Viernes
Escribir
Escribir como si no hubiera más remedio.
Escribir aunque sea un poco,
donde sea, cuando sea, como sea,
como si te estuvieras desangrando,
como si de veras te doliera,
como si se te fuera la vida,
como respirar un aire enrarecido,
como si fuera lo único importante.
Escribir aunque a nadie le importe.
Escribir como se arregla un jardín,
como les crecen ramas a los árboles,
como cae la lluvia sobre las flores,
como se escurre el agua entre la tierra yerma,
como el susurro de la madrugada,
como el rugido de un huracán.
Escribir como la brisa.
Escribir como la indecisión de la marea.
Escribir como un rinoceronte enamorado,
como el vaivén de unas caderas,
como el delgado tirante de un sostén.
Escribir en la noche sobre la noche.
Escribir sobre tu cuerpo.
Escribir al final de tu espalda
Escribir sobre tu ausencia.
Escribir como el llanto de un niño.
como un duelo de esgrima,
como un concierto de helicópteros,
como el tintineo de copas infinitas,
como una ráfaga de metralleta.
Escribir como una bomba atómica.
Escribir por escribir.
Escribir como nadie.
Guillermo Vega Zaragoza (1967)
Razón de las palabras
dice Paul Valery
que el primer verso l
o facilitan los dioses
los demás los hace el poeta
otros dicen
ellos también han de saber
que los poemas vienen solos
sin forzarlos
quién sabe de dónde vienen
aparecen de pronto
sin más razón que las palabras
sé que
las palabras
han sido siempre
rondan por algún lugar
esperando que alguien las convoque
como en un sopor
en un trance
los sentidos se disminuyen
atravesando la línea del sueño
donde todo existe al mismo tiempo
porque no existe el tiempo
poetas sonámbulos
sueñan eternamente
en una tierra
de ciudadanos muertos
Guillermo Vega Zaragoza (1967)
Zoología poética
Before I sink
into the big sleep, I want to bear
the scream of the butterfly
James Douglas Morrison
Esto es lo que entiendo:
Para ser poeta
tienes que convertirte en un animal,
adoptarlo como tema,
sin importar que sea el más deleznable,
el más traicionero, el más termble,
el más salvaje, el más ponzoñoso,
el más desgraciado, el más ingrato,
el más amargo.
Conozco tantos poetas como animales.
Un cocodrilo, un tigre,
una zorra, una pantera,
un maxmordón
(no es un animal, pero como si lo fuera).
O puedes ser un dinosaurio,
una cebra o una llaga
(llaga dije, no llama, pendejos),
un animal con el costado herido.
Pero yo escojo ser el más ruin de todos,
del que todos huyen,
al que todos temen,
del que nadie habla,
el que al final se queda siempre solo.
Guillermo Vega Zaragoza (1967)
Te hablo del poeta
Escribir es alegre.
Uno puede escribir
alegremente que se va a suicidar.
Georges Perros
Voy a hablarte de un hombre
pero no de ése que escribe
con caligrafía palmer
y sueña a ser montaña
para tratar de conquistarte.
Te hablo de alguien
al que no le basta soñar
con ser montaña.
Él es la montaña.
Te hablo del poeta,
un ladrón, un forajido,
que sin vergüenza hurga en tus secretos.
Te hablo del poeta
que no renuncia a tu cuerpo,
al que le tiemblan las manos
cuando traza la agonía de tu perfil,
que muerde y ya no suelta
cuando lo tientas,
que se arrastra para lanzarse
desde el precipicio de tus senos,
el que más que tu esencia
desea la fragancia de tu centro,
que te sostiene la mirada
y puede morir bajo el peso de tus párpados,
el que blasfema y maldice
y al final se quedará siempre solo,
el que traicionaría a Dios
para descifrar el misterio rosado
al final de tu espalda.
El que recuerda todo
porque lo sabe todo.
El que no dibuja con luz
pues él es la luz.
El que no cree en señales
ni cambia tu nombre en la primera cita,
el que te conoce desde el principio
porque él ya era antes de ti.
El que hurta
y arranca vidas sin remordimientos,
el que habita en la soledad de tu cuaderno.
Te hablo del poeta,
el hombre con hambre de nombre,
el ser más desgraciado,
que medra, se arrastra,
traiciona y se agazapa.
El que no tiene amigos
ni te tiene a ti.
el que sólo tiene palabras
para sobrevivir,
aunque las palabras no sirvan de nada.
Guillermo Vega Zaragoza (1967)
Poemas para ablandar a las rocas
Tercera edición, segunda fuera de comercio.
Ciudad de México, 2019.
Sábado
Cartografía para cantar
mi cuerpo
1
Alguien llama a la puerta
y la brisa hiere los escombros,
el recuerdo se hunde
hasta tocar
mis huesos
que van formando un muro,
una ventana
y estas hojas batientes
que estremecen,
resuenan
--Soy yo.
No dejes que la intemperie nos consuma.
2
Debí soltar amarras.
Navegar es el camino opuesto a mis tribulaciones:
el mar, la corriente sinfín del precipicio.
En cambio,
decidí andar la tierra,
su certeza vacía,
el espejo sin fondo que devuelve el mareo
de transitar la solidez:
la noche que me oprime:
la fugaz huella que abolla los destinos.
3
Hoy solo quiero recordar las espinas que ataron a mi cuello, el yodo que inflama las luciérnagas de mi voz mientras desciende, enciende, corta el flujo del aire por la tráquea. Y así, al resonar la nota radioactiva, tambien compuso misica pata cantar las glándulas, para marcar en mi costado una rosa de los vientos endeble, un mapa infiel del infinito: células desfiguradas que se quedan ahí sin estar vivas. Veo el camino que se pierde escapando de su nombre y su ruta. El polvo inventa la magia de la incertidumbre en el manso cabello de la tarde.
4
Quemaron la tiroides que era una mariposa. Sus cenizas son púrpuras como el vuelo de un cardenal, como un edificio rojo echado bajo el sol, junto a la playa. Entonces vive una casa nuca adentro, con jardines y techo de dos aguas: la del mar y la que vierte la lluvia hasta mis manos.
5
Un perro es la matriz.
Un animal que echaron a la calle.
No espera la caricia del dueño,
avanza como si tuviera un camino evidente,
pero dobla las esquinas en un plano sin luz
que sólo traza los vacíos.
Ladra para recuperar su condición de útero.
Solo, hambriento de calor,
lame algunas heridas.
La ausencia crece en él como una púa.
6
Quiero decir pulmones y surge una bocanada de árboles y frutos.
Un bronquio es un zaguán abierto a los suspiros,
lo llevo hasta la boca y paladeo tubérculos sembrados en la lluvia.
Cuando hay tormenta, el sabor de las vísceras es un manjar
que se abre como un ramo de claveles.
Prueba todo, respira,
haz de un pulmón el arca para guardar amaneceres
y del otro haz de luz,
haz la luz
en esa cavidad suave y bien entonada.
Canta
a todo pulmón enorme y vigoroso.
Abre la boca y deja que haga de tu cuerpo un oasis,
saca brillo a los lóbulos
y sujeta este hálito
porque hoy lo único que quiero
es salir a correr hasta empapar con aire mi cabeza.
7
Dejaron una glándula muerta dentro de un cuerpo vivo.
La sospecho pequeña y de contornos suaves,
con nódulos diminutos en sus dedos.
La puedo percibir garganta atrás,
Alfondo de los acantilados de la lengua
Y en sus bordes escribo algunas frases.
No sé cómo decir que guardo esos átomos sintéticos,
--resumidos por radioactividad—
Justo en el sitio donde supongo
que nacen las palabras.
8
Para eso son las puertas,
sirven para contar el tiempo en abandonos
y asomar la neblina del corazón hacia la luz del alba.
Acaricio las incisiones que he grabado en su cuerpo.
Una ausencia, dos, tres,
una cuenta desgarrada e inútil:
el golpe de voz grave que siempre me despierta
y despoja los sueños.
--¿Quién es?
Yanira García (1966)
Brújula para extraviarse.
Camelot América, 2019.
Domingo
Palabra de corrector
Señor:
Bendice a los redactores improvisados,
bendice también los dedos de las tipógrafas
que bailan sobre las teclas;
bendice, especialmente, a los escritores sin ortografía,
porque gracias a ellos existimos los correctores.
Señor, hiciste un mundo apresurado.
Ninguna obra maestra, debes saberlo,
se escribe en siete días.
Por si decides corregir tu creación
te dejo mi tarjeta.
Los dos mecenas
Eres generoso, Mecenas, con los aduladores.
Pavo real, no ostentes el pecho;
ese rico plumaje no es tuyo.
Las dietas que repartes no saltan de tu bolsa
sino de mis impuestos
que te asignan un salario a la altura de tus caprichos.
Eres mecenas de otros; yo soy el tuyo,
Mal de amor
No me importa el contagio del herpes
ni de otros daños incurables.
Es el riesgo del deseo, es su mandato:
beber en tu taza es, acaso, mi única oportunidad
de poner mis labios sobre los tuyos.
La cierva
Soñé que el ciervo ileso pedía perdón
al cazador frustrado.
NEMEN IBN EL BARUD
De pronto tú
recostada en un claro del bosque
manjar sereno
¿Intacto?
Tensé el arco
y disparé
sobre ti
rápidas palabras
red para cazar lo inasible.
Pero ninguna letra
fue salpicada por tu sangre:
entre un adjetivo y otro
saltaste
más veloz que la luz de la flecha.
Una vez más
mi palabra no alcanzó a la Poesía.
Ilesa,
sobre la rama de un árbol
pero con lágrimas en los ojos,
me suplicas:
"Inténtalo de nuevo,
inténtalo de nuevo".
Tentaciones de San Héctor
Señor:
He pecado.
La culpa la tiene Santa Dionisia,
la secretaria de mi devoción,
quien día a día
me exhibía sus piernas
—la más fina cristalería—
tras la vitrina de seda.
Pero cierta vez.
Santa Dionisia llegó sin medias,
dejando el vivo cristal al alcance de la mano.
Entonces las niñas de mis ojos
—desobedeciendo la ley divina—
tomaron una copa,
quedando ebrias en el acto.
¡Qué ardor sentí al beber
con la mirada
el vino de esas piernas!
Por eso, Señor,
no merezco tu paraíso.
Castígame; ordena que me ahogue
en el fondo de una copa.
La comezón del séptimo año
[Tentaciones en el cine]
Señor:
devuélveme la luz
a cualquier precio.
Mira:
una noche
descendi
a la noche de un cine.
La imagen que allí se apareció
era más bella
que la virgen:
irradiaba tanta luz
que causó la envidia de la copa
—su vestido.
Dos gardenias (sentadas junto a mí) se marchitaron.
¿Por qué los pies brillaban más
que el charol de los zapatos?
Los subtítulos decían:
Si roca de cristal no es de Neptuno,
Pavón de Venus es, cisne de Juno.
Pero aunque el ángel era custodiado
por arcángel de saco y sombrero,
el Diablo —disfrazado de viento—
metió sus dedos
debajo de la falda
que luego levantó
para mostrarnos
el incendio
del templo.
Tanto ardían las desnudas columnas
que el pequeño cardenal
que siempre me acompaña
se puso aún más rojo
…a noticia de todosllegó que era el Día del Juicio, fue a ver cómo los lujuriosos no querían que los hallasen sus ojos, por no llevar al Tribunal contra sí…
y yo a gatas buscaba, enyre carcajadas y aplausos,
la salida del infierno.
Héctor Carreto (1953-2024)
Antología general de la poesía mexicana.
Poesía del México actual.
De la segunda mitad del siglo XX
a nuestros días.
Selección, prólogo y notas
de Juan Domingo Argüelles.
Océano, México, 2014.
Donceles #66,
Centro Histórico,
alcaldía Cuauhtémoc,
Ciudad de México,
06010.
(+52)55 5208 2526
® 2024 Academia Mexicana de la Lengua